Esta semana he estado en Isla Mágica, como cualquiera que visite el parque temático, he disfrutado de su decoración, sus atracciones, de ver disfrutar a mi familia, y de pasar un día sin otra preocupación que la de divertirme, sin embargo durante todas las horas que pasé en el parque tuve tiempo de pararme a observar algunas cuestiones que llamaron mi atención.
Entre las
cuestiones que llamaron mi atención, no pasó desapercibido el comportamiento de
niños y adultos y las relaciones que se establecen entre ellos. Pude observar a
padres y madres al servicio de sus pequeños, mientras éstos exigían a sus
progenitores cuestiones que se escapaban a su control, los padres se
angustiaban por cumplir el deseo de sus infantes, llantos de rabia por el calor
que hacía exigiendo a sus padres que hiciera menos calor, o comprar más
chuches, o que les buscaran un sitio apropiado para ver un espectáculo mientras
el recinto estaba abarrotado de personas, padres y madres angustiados por no
poder cumplir los deseos de sus pequeños, miradas de “perdonavidas” de niños y
niñas a padres madres, pequeños que no medían menos de un metro y medio
negociando con sus padres y madres el poder montarse en una atracción en la que
por edad o altura no podían montar, pero sin duda lo que más llamó mi atención
fue una conversación que “cacé” al vuelo, mientras un adulto discutía con dos
niños de 6 ó 7 años:
-
¡Lo que tú estás haciendo
es chulearme! Decía el adulto a uno de los niños, mientras caminaban.
-
Eso es “maltatratación” -
le contestó el otro niño – puedes denunciarlo y que le caigan cuatro años de
cárcel. Remató la conversación el mocoso.
-
¡Te denuncio y te manda a
la cárcel un niño con 6 años! Decían entre risas los dos niños.
Desconozco como terminaría la conversación porque seguí mi camino y no me quedé a ver como acababa aquella historia. Pero no paro de preguntarme en qué momento los adultos cedimos el “poder” a unos mocosos que no levantan un palmo de suelo.
Con esa edad,
los padres pueden solventar la rabieta de su hijo por no tener la altura
suficiente para montarse en el jaguar comprándole unas chuches, pero ¿Qué pasará
cuando las exigencias de ese niño ya crecido no puedan ser satisfechas con unas
gominolas?
En demasiadas
ocasiones se carga contra el colegio por la educación de los niños y niñas
cuando son sus padres los que faltan a su obligación de educar a sus hijos,
motivos puede haber miles, pero el principal es el miedo a ejercer la
responsabilidad que se adquiere una vez que nace tu hijo o hija, un niño no
puede tener la iniciativa en su relación con los adultos. Las consecuencias las
veremos cuando estos niños se conviertan en adultos.
Fue un día muy
entretenido y no solo por las atracciones, las relaciones humanas generan más expectación
que cualquier montaña rusa.
“Sembrad
en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan; los años se encargarán de
descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón” Maria
Montessori