En 1516 Tomás Moro, escribe quizás su
obra más conocida Utopía, en
ella describe un diálogo con un imaginario hombre de mundo que tras visitar
innumerables países describe como debería ser un Estado ideal, que velara por
la felicidad de sus ciudadanos.
En
los comienzos del s. XVI, comienza la conquista y colonización de América del
Sur, un continente que albergaba los sueños de fama y gloria de muchos europeos
que marchaban en su busca. Es precisamente en el continente americano donde
Rafael Hytlodeo, que así es como se llama el interlocutor de Tomás Moro en esta
obra, ubica la isla de Utopía, cuya descripción hace recordar a las de las
antiguas polis griegas, quizás en un afán de recuperar la magnificencia de la Grecia
clásica, es por ello, la base filosófica en la que se encuentra enmarcada la
política mediante la que se rige la isla de Utopía, es la descrita en la obra de
Platón La República.
Pero
el término utopía no siempre hace referencia a la obra que estamos aquí
comentando, si nos remitimos al Diccionario de la RAE, podemos leer que utopía
es: proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en
el momento de su formulación. Este significado viene derivado de la
descripción del Estado utópico descrito en la obra de Moro, ya que en la época
de su publicación era impensable que pudieran llevarse a cabo ideas como las
allí descritas, pongamos como ejemplo: la libertad religiosa, jornadas
laborales de 6 horas, eutanasia, el valor de las cosas materiales en función de
su uso, etc…, sin embargo muchas de las propuestas allí formuladas hoy en día
son una realidad, otras son un debate abierto en nuestra sociedad y otras son
hoy en día inimaginables, lo que nos lleva a la reflexión de Eduardo Galeano
como una verdad absoluta: La utopía está
en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se
corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve
para caminar.
Lo
que es indiscutible es que la obra de Tomás Moro, utopía es un proyecto de buen
gobierno, poniendo al ciudadano como fin último de la política, buscando el
bien de la sociedad basado en el reparto justo de la producción, eliminando a
los ociosos de la sociedad y poniendo
a todos a trabajar al servicio de todos. Dentro de lo que Tomás Moro denomina
como ociosos caben, la nobleza, la
corte, los clérigos, el ejército, en fin todos los que viven a costa del
trabajo de los demás. Se ve claramente el toque humanista de la obra.
Sin
embargo en la misma época tan sólo tres años antes, en 1513, Nicolás Maquiavelo
escribe El príncipe, que al
contrario que la obra de Tomás Moro no pretende un buen gobierno para los
ciudadanos sino una tesis de cómo alcanzar el poder y mantenerse en él,
utilizando los medios necesarios para ello.
Para
Maquiavelo el Estado está por encima de cualquier persona y los ciudadanos no
son más que meros instrumentos en manos de la nobleza para que sean usados en
función de los intereses políticos de estos.
Explica
la forma de relacionarse con los distintos estamentos del poder, cual es la
manera más beneficiosa para nuestros objetivos de forjar alianzas y como romper
con ellas cuando ya no sean de nuestro provecho, de ahí que la descripción de maquiavélismo en el Diccionario de la
RAE sea la siguiente: 1. Doctrina
política de Maquiavelo, escritor italiano del siglo XVI, fundada en la
preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral. 2.
Modo de proceder con astucia, doblez y perfidia.
Sin duda alguna el tratado de
Maquiavelo busca el beneficio de los gobernantes catalogando a estos en su
forma de mantener su gobierno, en ningún caso el buen gobierno está basado en
el bienestar de los ciudadanos gobernados sino en los medios que ha utilizado
para mantenerse en el poder.
Tanto
Utopía como El Príncipe son dos tratados contemporáneos
que enfocados en un mismo tema le dan un tratamiento diametralmente opuesto, el
primero centra el buen gobierno en el bienestar de los ciudadanos mientras que
el segundo valora a un buen gobernante por los medios utilizados para
conquistar o perpetuarse en el poder.
En
la actualidad parece ser que han sido las tesis de Maquiavelo quien se ha impuesto
a las de Tomás Moro, vemos como los gobernantes actuales utilizan sus
herramientas para perpetuarse en el poder de alguna u otra manera, o bien a través
de puestos en empresas multinacionales o en las fundaciones de sus propios
partidos políticos, o a través del Senado o como Diputados prácticamente
vitalicios.
Las
leyes parecen más encaminadas a satisfacer los deseos de las grandes
multinacionales que a cubrir las necesidades de los ciudadanos. Cuyos
beneficios multimillonarios están por encima de cualquier desgracia del planeta
que podría ser erradicada simplemente teniendo la voluntad política de
erradicarla.
Parece
que Maquiavelo le ganó la partida a Tomás Moro. Pero mientras haya quien creamos
que otro mundo es posible y caminemos hacía la utopía el juego no habrá terminado.