El Partido
Popular ha presumido siempre de tener cerca de un millón de afiliados, según
cifras del 2014, 865.000 afiliados nutrían las filas del Partido Popular.
La puesta en
marcha del proceso de primarias para elegir al sucesor del Mariano Rajoy, al
frente del partido conservador, ha desvelado que las cifras reales están muy
lejos de ser las que presumía el ejecutivo Popular, por lo que a día de hoy se
habla de unos 56.000 afiliados.
Este desfase
numérico, me ha hecho pensar en un dato, y me ha sorprendido que nadie se haya
referido a este tema. En este país sobran analistas políticos, economistas y
periodistas de investigación para pasar por alto un dato, a mi entender, de
suficiente importancia para al menos referirlo en las distintas tertulias
políticas que se extienden por las distintas cadenas de televisión o radio.
La cuota de
afiliación es, sin duda alguna, una de las fuentes de financiación de los
partidos políticos, si bien no es de las más importantes, es uno de los
ingresos fijos con los que los partidos cuentan y por lo tanto son auditadas
por el Tribunal de Cuentas del Estado. El Partido Popular decía contar con
865.000 afiliados, si estos pagaban una media de 10 € de cuota mensual, esto
querría decir que el Partido Popular ingresaba
anualmente en concepto de cuota de afiliación 103.800.000 €, pero si realmente
cuenta, una vez revisado y actualizado el censo de afiliados con 56.000, quiere
decir que lo que en realidad ingresa es 6.720.000 €, produciéndose un desfase
de 97.080.000 €. ¿Cómo han podido justificar en concepto de cuota esta
cantidad? ¿De dónde proviene ese dinero?
La principal
diferencia entre un afiliado y un simpatizante o un adscrito es que los
afiliados pagan cuota y los demás no, estas cuotas pueden ser desgravadas a la
hora de hacer la declaración de la renta y por lo tanto el control que el
Estado tiene sobre el número de afiliados de cada partido o sindicato es
fidedigno.
Este dinero ha
permitido al Partido Popular “hacer trampas” en el juego de la “democracia”, de
ir “dopado” a la competición de las urnas. Poco a poco se van levantando las
cartas con las que cada partido ha ido jugando y lo sorprendente es que nadie
haya hecho la menor mención a este caso.
“Preferiría incluso fallar con honor que ganar con trampas”.
Sófocles.
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