En España, son miles los niños y
niñas que están tutelados por la administración y que viven en Centros de
Protección de Menores, los motivos son varios, pero principalmente porque, por
distintos motivos, sus familias no pueden hacerse cargo de ellos. Una historia
dramática se esconde detrás de cada uno de los expedientes que describen a cada
uno de estos menores.
Vivir en un Centro de Protección no
es nada fácil para ninguno de estos menores: estar alejados de sus familias,
compartir un periodo de su vida con otros menores que no conocían de nada antes
de llegar al Centro, asumir una disciplina y unas normas a las que no han
estado sometidos nunca, talleres terapéuticos y educativos, horarios estrictos
de estudio, ocio, deporte…, rodeados de educadores que rotan turnos y cuya
inestabilidad laboral hace que las plantillas roten habitualmente, provocando
una inestabilidad emocional en los menores.
Habitualmente los menores disfrutan
de salidas programadas a la localidad donde se encuentra el Centro, hacen
deporte en instalaciones deportivas municipales, actividades al aire libre,
tienen visitas familiares, salidas tutorizadas y en algunas ocasiones salidas
autónomas, entre otras actividades que hace que la vida en el Centro sea más amena
y elimine cierta tensión acumulada de permanecer en las instalaciones
compartiendo espacio con el resto de menores.
Los recursos con los que los Centros
de Protección de Menores cuentan son, la mayor parte de las veces, muy
limitados, y hay que tirar de imaginación para poder proponer actividades que
sean bien acogidas por los menores.
Las situaciones de tensión, cuando se
dan, se tratan con empatía, dialogo, disciplina, asertividad, comprensión…
Desde el inicio del Estado de Alarma,
las visitas familiares, las salidas a la localidad, las actividades en el
exterior, se han suprimido, lo que ha provocado una mayor tensión en los
Centros de Protección así como inestabilidad emocional en los menores que viven
en los mismos, que ven como sus días pasan sin salir del Centro y donde las
actividades lúdicas se repiten a pesar del empeño de los profesionales que
trabajamos en dichos Centros para hacerles esta situación más llevadera.
Cuando escribí “La Realidad
Escondida”, lo hice con el único objetivo de visibilizar una realidad, la de
los Centros de Protección, que se mantiene oculta para la mayor parte de la
sociedad, hoy esta realidad se mantiene aún más oculta, si cabe. Ningún medio
de comunicación se ha hecho eco de cómo están viviendo estos menores esta situación,
que recursos se están facilitando a los profesionales para sobrellevar esta
situación, como está afectando el confinamiento a los miles de menores
tutelados por la administración pública.
Hoy escribo estas líneas para dar voz
a estos miles de menores que, si en una situación normalizada están silenciados
por el sistema que debe protegerlos, hoy se han vuelto invisibles para
sociedad.
Todo mi apoyo para todos los
trabajadores y trabajadoras de los Centros de Protección que con su trabajo
entregan lo mejor de ellos mismos y que siguen siendo silenciados por un
sistema que esconde las realidades que no son atractivas.
“Aunque mi aportación sea de un 0,0001% para que estos menores tengan un
futuro digno, sentiré que mi trabajo vale la pena” La Realidad Escondida.
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