El ser humano tiene una capacidad de adaptación al medio en el que vive por encima de todas las demás especies que pueblan el planeta, ese ha sido el secreto del éxito de la evolución humana y que lo ha hecho estar presente en toda la superficie global, adaptándose tanto al frio polar como al calor tropical.
Otra de las características propias del ser humano ha sido su capacidad de racionalizar la realidad, consiguiendo mejorar su calidad de vida a través de ingenios como la rueda, el control del fuego, así como los sucesivos modos de organización, desde el “estado salvaje” hasta nuestros días, eligiendo el mejor para su supervivencia.
La situación de la pandemia mundial
que estamos viviendo en nuestros días, ha conseguido que nos adaptemos a esta
nueva situación en un tiempo asombrosamente rápido, ante el estupor de los
primeros momentos, con situaciones de histeria colectiva, como la acaparación
de papel higiénico que se dio en los primeros días de la pandemia, hasta la
normalidad con que vivimos el incremento de los casos de infectados por
Coronavirus que día a día se anuncian por los medios de comunicación.
Otro de los datos que han pasado desapercibidos ha sido el incremento del precio del material sanitario necesario para prevenir la infección del virus, como es el caso de las mascarillas quirúrgicas, mascarillas que han aumentado su demanda, de forma lógica, en los últimos tiempos.
El precio de una mascarilla
quirúrgica antes de la pandemia era de 0,20 € y su precio se ha incrementado
hasta 0,92 €, precio que ha sido limitado por el gobierno, de no haber sido así
los precios podrían haberse disparados hasta lo inimaginable, y si esto ha
sucedido, sin que nadie se haya percatado, es debido a que la lógica que hemos
utilizado es la aplicable al sistema capitalista tan interiorizada en todos
nosotros.
Pero si racionalizamos esta situación, parece de todo menos lógica. Las mascarillas tienen un precio de costo que más el margen de beneficio correspondiente hace que su venta sea viable a 0,20 € (precio pre-covid), por lo tanto el incremento de precio en este producto genera un beneficio muy superior al establecido en una situación de normalidad, esto quiere decir que hay quien se está lucrando (en exceso) debido a una situación en la que está en peligro toda la humanidad. Este es un claro ejemplo de la ley de la oferta y la demanda, esta ley prioriza a la economía por encima de todas las demás necesidades del ser humano, incluso la salud.
Este es uno de los muchos ejemplos
que podríamos exponer, vivimos una situación excepcional que ha puesto en
evidencia estructuras que creíamos inamovibles, hemos visto como el sistema se
ha sustentado gracias a los trabajadores esenciales, que casualmente coinciden
con los peor pagados del sistema, hemos visto como las artes, la literatura, la
educación física, y porque no decirlo, la filosofía, nos han mantenido cuerdos
durante el estado de confinamiento, sin embargo estas disciplinas se han
convertido en residuales dentro de nuestro sistema educativo orientado a la
producción de mano de obra. Quizás ha llegado el momento de aplicar una lógica
que ponga en el centro del sistema al ser humano y no al dinero.
“Es más fácil imaginar el fin del mundo
que el fin del capitalismo” Fredric Jameson.