sábado, 9 de enero de 2021

ASALTO AL CAPITOLIO

             El pasado día 6 de Enero fuimos testigos de un hecho inaudito. Un hecho que no se había dado desde la declaración de independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776. Sobre las 14:30 hora de la Costa Oeste de Estados Unidos, mientras en España manteníamos conversaciones triviales sobre las navidades, el futuro que nos deparará la pandemia o los ritmos que están llevando los distintos  procesos de vacunación. En Estados Unidos se estaban congregando una multitud en torno al capitolio con el objetivo de detener el proceso de verificación de Joe Biden. Una multitud que consiguió romper el escuálido cordón policial de seguridad que defendía el edificio donde reside la soberanía nacional estadounidense y adentrarse en las instalaciones y provocando la suspensión de la sesión.


Mientras tanto el actual Presidente interino, Donald Trump, cual Nerón en la antigua Roma, seguía incendiando el país a través de declaraciones desde sus redes sociales, sosteniendo su tesis de que “le han robado las elecciones”, tesis que no se sostiene en ninguna prueba más que en el imaginario del magnate norteamericano convertido en presidente del país más poderoso del mundo.

A todos nos llama la atención cómo es posible que una turba descontrolada llegue a los despachos de los congresistas electos sin que las fuerzas del orden disuelvan la concentración, quizás habría que ver qué características tienen los manifestantes para que la policía no la haya disuelto: Se trataba de ciudadanos blancos que defendían los intereses del máximo exponente de la oligarquía económica estadounidense, que además sigue siendo el comandante en jefe del ejército. Todos sabemos que si los manifestantes hubieran sido afroamericanos o latinoamericanos defendiendo los Derechos Humanos o la clase trabajadora pidiendo mejoras salariales la concentración hubiera durado menos que un caramelo en la puerta de un colegio y que habría sido disuelta a base de chorros de agua, palos y cargas a caballo mucho antes de que se hubieran podido acercar para ver de lejos la cúpula del capitolio. Es evidente que cuando se defienden los derechos de los poderosos las fuerzas del orden son menos “enérgicas” que cuando se defienden los derechos de las clases populares.

Lo que muchos analistas han llamado asalto, o intento de golpe de estado terminará en nada porque el grueso del partido republicano se ha adherido a la legalidad constitucional dando la espalda a Trump, incluso las redes sociales twitter y Facebook (herramientas de difusión de Trump durante cuatro años) han bloqueado las cuentas del aun presidente, incluso hay quien a pedido que Trump deje de ser presidente de inmediato y que sea sustituido por otro republicano (el vicepresidente Mike Pence) que gobierne el timón del país hasta el 20 de enero, fecha en la que será investido presidente Joe Biden.

No nos engañemos, Biden no es ningún revolucionario, pertenece a la oligarquía política y económica estadounidense y tendrá el duro trabajo de despolarizar al país para que las aguas vuelvan a su cauce.

“No deberíamos estar buscando héroes, deberíamos buscar buenas ideas” Noam Chomsky

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