Trabajar en Centros de Protección de Menores, me ha hecho analizar los mecanismos por los cuales un menor (cualquier menor, independientemente de su procedencia social o nacional) adquiere las competencias necesarias para poder desarrollarse activamente en la sociedad una vez cumplida su mayoría de edad. Y si lo piensan bien, es lo mismo que hacemos (o debemos hacer) con nuestros hijos.
Analizando las distintas herramientas
que utilizamos para poder ofrecer a nuestros usuarios la ayuda que necesitan,
llego a la conclusión que todo el mecanismo educativo está fundamentado en una
sobria estructura.
Del mismo modo que una construcción no se
derrumba porque está sujeto a las normas de la física, o podemos escribir un
texto siguiendo unas normas gramaticales, debemos sostener nuestro trabajo
con unos fuertes pilares estructurales apoyados en ciertas normas
indispensables.
Al igual que cuando vemos un edificio
no observamos los muros de carga y los pilares maestros que lo sustentan, o
cuando escribimos o hablamos no nos paramos a pensar si el adjetivo va antes o
después del nombre, la estructura en educación, una vez se ha
interiorizado, pasa desapercibida y a partir de ahí puedes “construir” unos
hábitos adecuados.
Las normas educativas, deben ir asociadas a la
responsabilidad de los propios menores, que, dependiendo de su edad, deben asumir
hasta interiorizarlas.
Valga como ejemplo, el hecho de hacer la cama y recoger su habitación. Una habitación de un adolescente es el reflejo de su forma de ser, una habitación desordenada es imagen de una personalidad desordenada y viceversa.
Nosotros, como educadores debemos, en
primer lugar, enseñarles a hacerlo, después comprobar que lo
hacen por sí mismos y corregir los errores que puedan cometer, y por
último, sancionar con alguna medida educativa al que no lo haga.
La estructura está inmersa en todos los ámbitos de
la sociedad; guardamos nuestro turno en el supermercado, permanecemos en
silencio en un cine, esperamos cuando el semáforo está en rojo y cruzamos
cuando está en verde. Sin embargo ninguno nos preguntamos porque debemos de
hacerlo, la respuesta es porque hemos interiorizado las estructuras
sociales.
Trabajar con personalidades en
construcción, donde, por distintos motivos, las estructuras con las que regimos
nuestra convivencia en sociedad no han sido interiorizadas, es un enorme reto.
Sin duda un reto que merece la pena afrontar.
“La educación no cambia el mundo,
cambia a las personas que van a cambiar el mundo” Paulo Freire.
Manuel Carmona Curtido