Es indudable que la guerra de Ucrania se ha colado en nuestro día a día. Todos los medios de comunicación se hacen eco de lo que allí sucede y nos tienen al tanto de los últimos ataques, los muertos, los dramas personales, el flujo de refugiados, etc.
La pregunta que debemos hacernos es por qué tanto interés en una guerra que se encuentra a miles de kilómetros y sin embargo permanecemos ciegos, mudos y sordos ante guerras igual de distantes como la de Marruecos con el Frente Polisario, Arabia con Yemen, Mali, etc. Evidentemente esto es una pregunta retórica, los intereses que se encuentran en juego en este conflicto son mucho mayores que en los que he nombrado anteriormente.
En un Sistema
democrático la posición del gobierno debe ir acompañada de la aceptación
popular, si el gobierno quiere que sus decisiones no terminen volviéndose en su
contra, prueba de ello fue el posicionamiento de España en la guerra de Irak,
que acabó con el gobierno de José María Aznar (aunque también influyeron muchos
otros factores).
La propaganda es un arma más de guerra, y esta se utiliza contra el enemigo y contra tu propia población, con el objetivo de dirigir las simpatías de ésta a los intereses del gobierno en cuestión. Este es un tema profundamente estudiado y utilizado por todos los gobiernos y partidos políticos, con mayor o menor eficacia, dependiendo de las herramientas con las que se cuente.
En un conflicto como el que nos atañe, es extremadamente difícil por no decir imposible, para un ciudadano de a pié, conseguir información cierta, veraz y que no esté manipulada para generar una tendencia de simpatía hacia uno u otro bando. Tanto si buscamos información en medios occidentales como si lo hacemos en medios afines a los intereses rusos encontraremos información contradictoria que hace especial hincapié en determinados sentimientos hacia el consumidor de dicha información, como expondría S. Freud en su obra “La psicología de las masas” en 1921, la multitud reacciona a estímulos intensos, de ahí que nos saturen de dramas personales de personas que lo han perdido todo, de ciudades devastadas, etc., con el objetivo de generar una empatía en el consumidor occidental que avale decisiones como el envío de armas a Ucrania o una posible intervención de la OTAN en el conflicto, esto sería imposible sin la propaganda de guerra que estamos sufriendo.
El uso de la
información que llega de la guerra, se convierte en porno mediático cuando no
es tratado con objetividad, cuando apela a las emociones de la gente y su
objetivo es posicionar al consumidor en vez de informar de forma inocua, cuando
los horrores de la guerra son televisados como si de una película se tratara
quiere decir que la ética ha desaparecido de las agencias de información, éstas
saben, y vuelvo a parafrasear a Freud, que la multitud es extraordinariamente
influenciable y lo usan a favor de sus intereses.
Pasarán
décadas hasta que sepamos la realidad de lo que está pasando en Ucrania, cuando
el paso del tiempo limpie los intereses geopolíticos actuales, solo entonces
conoceremos la realidad.
“La
multitud es impulsiva, versátil e irritable y se deja guiar casi por lo
inconsciente” Sigmund Freud
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