Todos los veranos vemos como los incendios arrasan grandes espacios en distintas zonas de España. Verano tras verano, oímos como la falta de limpieza de los montes hacen de perfecto combustible para arrasar zonas que fueron verdes en otro momento del año.
Los noticiarios dan parte de muertes de bomberos que se producen cada verano intentando sofocar dichos incendios, se emiten programas donde se visibiliza el dolor de las personas que han perdido sus casas o su ganado, no falta el programa de radio que entrevista a algún pastor que explica con sabiduría centenaria como al no poder sacar a su rebaño por el monte éste acumula una gran cantidad de hierba seca que no existiría si hubiera sido alimento para cabras u ovejas y cada verano vemos a los políticos de turno “prometer” llevar a cabo un plan de contingencia para evitar que esto vuelva a suceder en futuras ocasiones.
Pero llega el otoño y las temperaturas bajan, aparecen las primeras lluvias y a todos se nos olvidan las promesas de los políticos, las muertes, las hectáreas calcinadas, el pastor sigue sin poder sacar sus rebaños a pastar por el monte haciendo que la rueda siga girando hasta el próximo verano donde el ciclo comienza de nuevo.
En el mundo de la imagen solo existe
lo que vemos, y lo que vemos pasa fugazmente ante nuestros ojos, con el único
objetivo de “golpear” emocionalmente al espectador, las imágenes de los
incendios serán sustituidas por otras igualmente impactantes que sustituirán a
las anteriores haciéndonos olvidar las
promesas, las muertes y las llamas hasta que al verano siguiente volvamos a
vivirlo como si fuera la primera vez.
La masa (en su acepción orteguiana) queda preocupada por un tema mientras este sea noticia, y las noticias en la actualidad tienen poca fecha de caducidad (excepto para los afectados). Antes de que el público se acostumbre a la brutalidad de una imagen, ésta debe ser sustituida por otra de igual o de mayor brutalidad con el objetivo de captar toda la atención.
Quizás, parafraseando al genial
Quino, deberíamos de bajar del mundo, centrarnos en lo realmente importante y
exigir que los hechos sustituyan a las promesas, que las noticias no se
queden en la superficie de una imagen y profundicen en verdadera información,
que se realice un seguimiento de lo prometido para que la rueda deje de girar.
Aunque me temo que estas letras podrán leerse cada verano con la misma vigencia
que tienen hoy.
“La razón y el razonamiento son los
que me hacen comprender, y no los ojos. Cuando la información moderna se funda
en la idea de que ver es comprender, contribuye a una formidable regresión
intelectual que nos hace volver varios siglos atrás, a la era prerracional”
Ignacio Ramonet.