El último
ataque de Israel contra la población civil palestina, ha sido inhumanamente
cruenta, cientos de muertos, miles de heridos. Una población que protestaba
pacíficamente contra la ocupación israelí de su legítima tierra. Este hecho ha provocado
un reguero de indignación a lo largo y ancho del mundo, que principalmente
entre las clases populares, se ha traducido en una ola de protesta
prácticamente a nivel mundial.
Es común que
ante hechos tan injustos como estos se compartan por las distintas redes
sociales campañas de boicot, contra los productos y empresas que provienen de
ese país. Ya que dentro de los conceptos que tenemos asimilados, el mayor daño
que se puede realizar es de carácter económico. De ahí, que hayan sido
compartidas todo tipo de campañas, con el lema “Boicot a Israel”, donde se
informan de la numeración de los códigos de barra de los productos provenientes
de ese país, el nombre de las distintas empresas que tienen procedencia
israelí, etc.
Esta respuesta
llevada a cabo por la ciudadanía de a píe, busca la unión popular para poder
llevar a cabo una pérdida económica a este país a través de los ingresos de sus
empresas y la exportación de sus productos.
Este tipo de
campañas no es nueva, hemos visto campañas similares con distintos objetivos:
Boicot a Marruecos, por el conflicto con el Sáhara Occidental, Boicot a Inditex
por explotación a Infantil, Boicot a las grandes superficies por competencia
desleal con el pequeño comercio, Boicot a Cataluña, Boicot a Nike, Boicot a Coca
Cola, Boicot a los productos transgénicos, Boicot a…
¿Pero alguien
se ha parado a pensar en la efectividad de este tipo de campañas, más allá de
acallar nuestras conciencias occidentales?
Yo, no veo a
la gente haciendo la compra fijándose en los códigos de barra para ver de dónde
procede el producto, sigo viendo productos de Nike y de Inditex con mucha
frecuencia, en ningún restaurante veo a ningún cliente preguntar si la carne
que le van a servir es transgénica o si el animal se ha criado en libertad y ha
tenido una muerte indolora, los centros comerciarles y los grandes
supermercados tienen pingües beneficios.
Teniendo en
cuenta todo esto, podemos llegar a la conclusión de que estas campañas son
inútiles.
Además,
pensemos en un momento que alguien hiciera un boicot a todas las marcas,
empresas y países que cometieran acciones injustas. No podría vestir porqué
bien sea de una forma u otra la ropa asequible al 90% de los bolsillos están
fabricadas en Asia por un sueldo miserable, no podría comer, ya que bien porque
los productos generen algún tipo de contradicción, sean transgénicos, procedan
de la cría masiva de ganado, bien estos productos sean vendidos por una gran
superficie con historial de conflictos laborales, no podría vivir en una casa,
ya que la vivienda de una forma u otra es un bien especulativo para el
propietario o para el banco que te concede la hipoteca.
Pero esto no
es un alegato a la inacción, es un alegato a las acciones útiles.
Las acciones
que provocan estas reacciones no son hechos puntuales, están enmarcadas dentro
de un sistema socioeconómico difundido a través del proceso de la
globalización, es el sistema al que hay que realizarle un “boicot”, a los
distintos gobiernos que permiten que esto pase. Un pueblo organizado en busca
de un futuro mejor, un gobierno que gobierne para el pueblo.
“El gobierno en un Estado Capitalista no es
más que el Consejo de Administración de los intereses de la burguesía” Karl
Marx.
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