La liga de
futbol acaba de comenzar y como cada año televisiones y cadenas de radio
retrasmiten los partidos y comentan las jugadas y estrategias de los distintos
equipos, así como, los millones de euros que se han gastado cada uno de los
clubs en los distintos fichajes, pero en ninguno, de los distintos medios
dedicados a la prensa deportiva, he visto datos tan significativos como el
número de extranjeros que juegan en los distintos clubs de primera división en
la Liga Española de Futbol.
Esta liga,
2018/2019, cuenta con un total de 471 jugadores en la plantilla de los
distintos clubs, donde 194 son extranjeros[1],
esto quiere decir que el 41,19% de los jugadores que juegan en primera división
no son españoles, ¿no puede suponer esta “invasión” de extranjeros en el
deporte rey el final del futbol nacional? ¿Por qué existe tanta pasividad ante
unos extranjeros que vienen a quitarles el trabajo a nuestros deportistas
nacionales? ¿nadie piensa en los miles de niños españoles que juegan al futbol
y tienen muy difícil llegar a profesional porque su puesto lo ocupa alguien
nacido en otro país? Estos futbolistas tendrán que vivir en algún sitio ¿no
corremos peligro de que algunos barrios de nuestras ciudades se conviertan en
guetos de extranjeros millonarios que no respetan nuestra cultura?
Pues bien, si
nadie se plantea estas cuestiones, ¿Por qué nos lo planteamos cuando los
extranjeros no juegan al futbol ni son millonarios?
En España
viven 4.719.418 extranjeros que de una población total de 46.659.302[2]
suponen un 10,11% un porcentaje bastante menor que el mencionado anteriormente.
Dentro de esta población extranjera, hay que contar con aquellos que vienen del
norte de Europa y del Norte de América, este tipo de inmigración no parece
molestar a nuestros xenófobos compatriotas, al parecer sólo molesta la que
proviene de países más pobres que el nuestro, ubicados en África o América
Latina, pues bien, en España conviven 1.062.344 personas que vienen de
distintos países africanos y 1.120.904 de origen latinoamericano, lo que viene
a suponer un porcentaje de 2,27% y un 2,40% respectivamente, un porcentaje
bastante alejado de poder representar una “invasión” o que nuestras costumbres
“corran peligro” de desaparecer.
Según esta
comparativa nuestros xenófobos compatriotas no rechazan al extranjero por
sistema, únicamente lo rechazan si es pobre, no por casualidad la Real Academia
de la Lengua admitió la palabra aporofobia (miedo, rechazo o aversión a los
pobres) en nuestro diccionario en el año 2017.
Con datos
objetivos, parece una exageración decir que vivimos una invasión de inmigrantes
en nuestro país.
Entonces ¿por
qué ese mensaje continuado en los medios de comunicación?
Con asiduidad
los distintos telediarios y periódicos dedican una gran cobertura a la llegada
de inmigrantes a nuestro país, un fenómeno previsible por otra parte por
distintos factores: la mejora del tiempo provoca que más personas arriesguen su
vida intentando cruzar el estrecho o las negociaciones sobre los caladeros de
pesca entre la Unión Europea y Marruecos (es común que el reino alauita
“relaje” su vigilancia en la frontera con el objetivo de aumentar la presión
sobre Europa durante las negociaciones), la pregunta que deberíamos hacernos es
¿Por qué la Unión Europea no ha dispuesto una estrategia para asumir esta
situación? ¿Por qué no se han habilitado estructuras de acogimiento a las
personas que sabían que iban a llegar a Europa? ¿Por qué se fomenta el miedo
desde los medios de comunicación hacia personas que no tienen nada?
El miedo es
una de las herramientas de control de población más efectiva, cuando tenemos
miedo no reaccionamos de manera racional y nuestro único objetivo es encontrar
algo o alguien que haga que nuestro miedo desaparezca, este miedo es potenciado
por los medios de comunicación, estableciendo entre la población lo que se ha
denominado “la cultura del miedo”.
La cultura del
miedo no es más que el temor generalizado que se provoca con el fin de
influenciar en el comportamiento de las personas. El miedo se produce cuando
percibimos una situación amenazante para nuestra integridad, este miedo nos
hace menos reflexivos y menos solidarios.
La eficacia de
gobernar a través del miedo es muy efectiva nos vuelve conservadores y estimula
nuestro espíritu de supervivencia, nos paraliza como sociedad.
No se trata de
xenofobia, no es racismo, se trata de aporofobia.
“La migración siempre ha sido uno de los impulsores más importantes
en el progreso y dinamismo humano” Ian Goldin.
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