miércoles, 29 de enero de 2020

EL PODER DE LAS PALABRAS.


En los últimos tiempos existe un debate referente a los usos del lenguaje. Este debate se centra en si debemos utilizar lo que se viene denominando el lenguaje inclusivo o no.
El lenguaje no es únicamente una forma de comunicarnos sino que es una forma de entender el mundo que nos rodea, nos permite estructurar y conocer todo aquello que existe a nuestro alrededor. Tiene tal poder sobre nuestro cerebro que si en estos momentos leen la frase “no piense en un elefante rosa” su cerebro, de manera automática, generará la imagen de un elefante rosa en su subconsciente, incluso en contra de su propia voluntad consciente.
Por lo que podemos decir que existe un consenso relacionado en el poder del lenguaje. Pasemos ahora a analizar si nuestro idioma es machista o no y si es necesario hacer un esfuerzo para extender el uso inclusivo del mismo. Para ello utilizaremos varios ejemplos:
Si decimos que algo es “una putada” estamos haciendo referencia a una situación desagradable y por lo tanto podríamos catalogarlo como algo negativo. Sin embargo si decimos que algo se ha realizado con “con dos cojones”, estaremos resaltando que se hizo con valentía, con arrojo y por lo tanto tendría connotaciones positivas.
Podemos calificar a una situación o persona de “coñazo” haciendo referencia a que es pesado o aburrido, pero si, por el contrario, lo calificamos de “cojonudo” entonces sería una situación o persona fantástica y genial.
Si para calificar a una mujer la llamamos “zorra” estamos haciendo alusión a que esa mujer es una “prostituta”, pero si decimos que un hombre es un “zorro”, en ese caso, aludimos a que es una persona muy astuta.
Creo que estos ejemplos bastarían para determinar que nuestro lenguaje tiene un marcado sesgo machista que deberíamos corregir entre todos.
En mi opinión el lenguaje inclusivo debe ir más allá de decir “todos y todas”, “compañeros y compañeras”, “amigos y amigas”, etc. La verdadera transformación debe ir asociada al cambio de significados de algunas expresiones o bien desterrarlas de nuestro vocabulario definitivamente, a fin de cuentas el español es un idioma con un léxico abundante para utilizar palabras que signifiquen lo mismo sin “agredir” a la mitad de la población.
No puede pretenderse que este cambio se produzca de forma instantánea, será necesario que transcurran al menos dos generaciones para conseguir desterrar estas expresiones ofensivas hacia el género femenino pero parafraseando el saber popular el mejor momento de empezar a hacerlo fue hace veinte años, el segundo mejor momento es ahora, así que pongámonos a ello.
“Se empieza por ceder en las palabras y se acaba, a veces, por ceder en las cosas” Sigmund Freud.

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