Vivimos en tiempos donde el sentido de la vista se ha posicionado por encima de los otros cuatro, el mundo de la imagen ha sustituido a la palabra, y da por válido el manido dicho (con el que estoy en total desacuerdo) “una imagen vale más que mil palabras”. El ser humano, como ser social, es el principal exponente de la importancia de la imagen en las relaciones sociales, es por eso que hayan proliferado los gimnasios y las bibliotecas se encuentren vacías.
Conscientes, o no de esta situación,
la apariencia física se ha convertido en un aspecto a trabajar con el objetivo
de atraer a otros sujetos de la especie. Al igual que la comida, de la que siempre
se ha dicho que “entra por los ojos”, una atractiva apariencia física, hace, a
priori, a la persona, más interesante, generando una buena primera impresión en
los demás.
Siguiendo con el símil gastronómico,
a nadie (al menos en nuestro entorno cultural) le parecería apetecible una
hamburguesa hecha de insectos, a pesar de contener más proteínas que la carne
de buey.
Pero, superada esta primera
impresión, una vez que damos un bocado a la comida, son otros factores los que
importan a la hora de afirmar si un alimento es apetecible o no: la textura, el
sabor, el aroma, etc., serían los equivalentes a un trato educado, una
conversación interesante, unos valores éticos, etc., por lo tanto, podríamos
decir que el físico abre la puerta, pero lo intangible es lo que hace a una
persona interesante o no.
Como expondría Z. Bauman, vivimos tiempos líquidos, donde la inmediatez y la satisfacción inmediata de nuestras necesidades hace que no dediquemos demasiado tiempo a conocer, reflexionar, ejercer una posición crítica, etc., es como seguir yendo a ese restaurante de comida rápida donde en su carta aparece una hamburguesa llamativa y aparentemente jugosa y cuando te la sirven la imagen de la realidad no tiene nada que ver con la expuesta en la carta y el sabor está lejos de ser el esperado, pero aun así seguimos pidiéndola una y otra vez.
Ya el filósofo griego, Aristóteles,
hablaba que la virtud se encontraba en el justo medio, pero viendo la velocidad
a la que vivimos difícilmente podemos aspirar a la máxima latina de “mens sana
in corpore sano” por lo tanto nos vemos obligados a elegir entre la imagen y la
esencia, aunque hay admirables excepciones. Por lo tanto, que cada cual haga su
elección.
“Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante se nos incentiva a actuar de manera egocéntrica y materialista” Zygmunt Bauman.
Manuel Carmona Curtido
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