Ahora que parece que el mundo se encuentra en un incendio difícil de controlar, donde los conflictos se suceden sin conexión aparente, donde a las “habituales” guerras en el continente africano, se van sumando: la guerra de Ucrania, la masacre que Israel está llevando a cabo contra el pueblo palestino, el levantamiento del pueblo haitiano que ha hecho que su presidente se haya refugiado en Puerto Rico (curioso el lugar que ha escogido para refugiarse) por la amenaza inminente de guerra civil, Níger expulsando a empresas estadounidenses y francesas de su territorio, Yemen atacando barcos estadounidenses en el Mar Rojo…
La pregunta que deberíamos hacernos, siguiendo el símil del incendio ¿Puede apagarse un incendio incrementando el fuego en la zona afectada? La realidad es que sí, porque una vez que haya ardido toda la zona y no quede combustible para seguir alimentando las llamas, el fuego se apagará irremisiblemente. La consecuencia de dicha estrategia sería una zona totalmente calcinada que tardaría décadas en volver a ser la tierra fértil que era antes de que ardiera. En este caso la mayoría apostaríamos por utilizar otros medios para sofocar el fuego, la creación de cortafuegos, el uso de agua, etc., pues las relaciones internacionales necesitan urgentemente un equipo de bomberos capaces de sofocar un mundo en llamas donde los pirómanos se deleitan con el crepitar de las llamas como si de Nerones del siglo XXI se trataran.
La diplomacia debe comenzar a intervenir en los conflictos abiertos desde un nuevo enfoque, no para favorecer a las empresas que se dedicarán a reconstrucción de las zonas devastadas, ni de las zonas de influencias para este o aquel país, o los intereses que tendrán que pagar los perdedores por la ayuda recibida, sino en función de los intereses de las clases populares, que a fin de cuentas, son los que ponen los muertos en todos los conflictos. Todas las guerras tienen fines económicos, y como se venía apuntando desde finales del siglo XX, la escasez de recursos para mantener un sistema extractivo que se fundamenta en el crecimiento ilimitado, provocaría conflictos cada vez más generalizados, como estamos viendo actualmente.
Dicen que
hay que diferenciar entre lo urgente y lo importante, pues tomar medidas que
protejan a los más débiles, que ponga límites a la codicia de los que más
tienen, que ponga en valor la Declaración de Derechos Humanos (que hoy es papel
mojado), ha dejado de ser importante para convertirse en urgente. La escalada
bélica se hace cada vez más insostenible, nadie parara esta locura si el pueblo
no exige que se pare.
Hoy y
siempre, NO A LA GUERRA.
“No sé con qué armas se combatirá la Tercera Guerra
Mundial, pero la cuarta se peleará con palos y piedras” Albert Einstein.
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