martes, 26 de febrero de 2019

RELACIÓN “TRABAJADORES-EMPRESA”


Que la inmensa mayoría de la población debe trabajar para poder comer, es una realidad, dicho de otro modo, debe vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Esta es una de las características propias de la “clase trabajadora”, da igual que trabaje de administrativo/a, de albañil, jornalero/a o maestro/a.
Lo significativo es que la clase trabajadora, debe vender su fuerza de trabajo al precio que le imponga la entidad que le va a pagar, y sólo unos pocos privilegiados pueden decidir cuál es valor de su trabajo.

Cualquier trabajo debe estar retribuido por un sueldo, y ya seas maestro/a o jornalero/a tu sueldo estará estipulado por la persona o personas que van a pagarte.
Esto genera un conflicto de intereses, ya que si bien, los funcionarios públicos tienen su sueldo estipulados por la administración independientemente de cuál sea el valor de su trabajo, los trabajadores/as por cuenta ajena difícilmente pueden ponerle valor a su trabajo sino que es la empresa la que estima cuánto vale el trabajo.
Esta estimación no se hace en función de la capacidad de producción que puede generar ese trabajador/a, sino en función de los márgenes de beneficio que puede generar para la empresa, por lo que el sueldo se contempla como un gasto, no como una inversión.
Son las grandes empresas las que marcan el salario, haciendo que las pequeñas empresas les sigan para poder competir en el mercado.

El trabajador/a, como ser individual, no tiene capacidad negociadora para poder inclinar, aunque sólo sea un ápice, la balanza a su favor y sólo puede aceptar o rechazar las condiciones que la empresa le ofrece.
Esta situación no es nueva para la clase trabajadora, es más, este es el origen que culmina con la creación de los trabajadores como “clase social”: su relación con los medios de producción y la forma en que obtienen sus rendimientos económicos.
De ahí la importancia del movimiento sindical, la unión de los trabajadores en sus reivindicaciones puede determinar un espacio de negociación entre los “retribuidores y retribuidos”, ya que la relación empresa-trabajadores es una relación simbiótica, porque una no existe sin la otra y ambas se necesitan entre sí.

Consciente de que la fuerza de los trabajadores/as radica en su unión, el sistema ha potenciado el individualismo como ideal social y ha generado paradigmas de éxito en personajes banales que se encuentran fuera del sistema productivo cuya popularidad es efímera y cuando uno se agota se “construye” otro con el mismo perfil.
Por eso debemos unir nuestras fuerzas, a nivel sindical, asociativo o de cualquier manera que se identifique a los trabajadores como grupo de presión para poder controlar nuestro destino y así dejar de ser marionetas de quien sólo quiere explotarnos.
“Un trabajador feliz, es un trabajador productivo” George Elton Mayo

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