8 de marzo,
conmemoramos el día de la mujer, obvio lo de trabajadora porque va implícito en
el concepto “mujer”, y es justo que dedicar esta columna a la mujer.
La mujer, ha
sido silenciada a lo largo de la historia, por el simple hecho de ser mujer,
mujeres que han aportado y aportan mucho más que algunos hombres que se
esfuerzan en negar el papel protagonista de la mujer a lo largo de la historia,
un solo día es insignificante para compensar siglos de invisibilidad.
Pero… ¿cómo
empezar? a pesar de haber vivido toda mi vida rodeado de mujeres: mi madre, mi
abuela, mi hermana, mi esposa, compañeras de clase o de trabajo… ningún
comienzo me resulta convincente para hablar sobre la mujer.
Soy consciente
de las dificultades que las mujeres se encuentran a la hora de poder ascender
en el trabajo, lo que ahora llaman, el techo de cristal, o de las diferencias
salariales entre hombres y mujeres, la famosa brecha salarial.
Asumo el papel
de la mujer a lo largo de la historia “atada” a la casa y rodeada de niños,
siempre al servicio del hombre.
Valoro los
esfuerzos por alcanzar los derechos que primero conseguimos los hombres y
después, nosotros mismos, les hemos negado: el derecho a voto, a trabajar, a
abrir una cuenta bancaria sin permiso masculino, a poder decir NO, o decir SÍ.
Aun así, me
siento incapaz de hablar en nombre de la mujer, transmitir: sus anhelos,
esperanzas, sus miedos, sus retos o sus victorias.
Porque a pesar
de mi lucha interna, la brecha de género sigue viva en mí, porque me siento
incapaz de ponerme en la piel de una mujer o hablar de la mujer, porque sigo
luchando por la igualdad de género y por eso no me siento capaz, como hombre,
de volver a usurpar la voz de la mujer. A
pesar de todo, algo me empuja a escribir sobre ella, que no en nombre de ella,
y me devano los sesos por empezar a escribir.
Borro una y
otra vez los textos que empiezo, me parecen falsos, tópicos y típicos.
Por eso, sigo
pensando: ¿Cómo empezar?
“No deseo que las mujeres tengan poder sobre
los hombres, sino sobre ellas mismas” Virginia Woolf
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