Los años
cincuenta y sesenta fueron años de emigración donde muchos andaluces,
extremeños, manchegos, en definitiva del sur de España, la zona más pobre y
deprimida del Estado, hizo las maletas para instalarse en zonas donde obtener
un trabajo bien remunerado en zonas como Cataluña, el País Vasco o al
incipiente florecimiento del sector turístico en la Islas Canarias. Fuerza de
trabajo que fue indispensable para el crecimiento económico de esas áreas.
Esos
movimientos migratorios, como casi todos,
generaron el rechazo de la población allí asentada, que no veía con
buenos ojos la llegada de inmigrantes a sus pueblos y ciudades, por el
“peligro” que conllevaba de abaratamiento de la mano de obra, por otro lado
argumento muy recurrente en todas las épocas.
De ahí que
nacieran apelativos como “charnego”,
“maqueto” o “godo”, todos ellos apelativos despectivos hacia personas que
no eran nacidas en Cataluña, País Vasco o Islas Canarias, respectivamente.
Personas que
únicamente buscaban mejorar su calidad de vida, aportando a esas nuevas
sociedades, lo único que tenían, su fuerza de trabajo, y que además
enriquecieron a las sociedades de acogida con su cultura y un modo diferente de
ver el mundo. Personas que trasladaron a sus familias y dinamizaron a la
economía local gastando e invirtiendo sus ganancias allí, y a pesar de todo
poder enviar algo de dinero a su localidad natal para mejorar la vida de los
que allí quedaron, esos apelativos dificultaban su integración, y fomentaban la
segregación, haciéndolos estar en tierra de nadie, sin poder vincularse a la
sociedad de acogida y lejos de su sociedad de origen.
Ni que decir
tiene que esos apelativos, difundidos por las mismas personas, cuya única
diferencia socioeconómica es haber nacido en otro lugar no sentaban bien en las
comunidades de donde partían los emigrantes.
Con el tiempo
la comunidad de acogida y la comunidad migrante, compartieron puestos de
trabajo, espacios de ocio, etc., pero la enemistad generada entre comunidades
permanece aún.
Definitivamente,
ambos colectivos tenían algo en común más fuerte que su origen geográfico, y es
que ambos pertenecían a las clases populares y tenían que trabajar para sacar a
su familia adelante, por lo que no tenían más remedio que llegar a entenderse.
Ni que decir
tiene, que oír términos como los nombrados anteriormente no son del agrado de
andaluces, manchegos, extremeños… conscientes de su contribución a la riqueza
de esas zonas, tan necesitadas de mano de obra.
Todos tenemos
derecho a buscar un futuro mejor allá donde se encuentre. No olvidemos que
desde que comenzó la crisis, más de seiscientos mil españoles han tenido que
buscar trabajo más allá de las fronteras, diseminando la cultura española por
todos los rincones de Europa, y nos gustaría que fueran tratados con el mismo
respeto que son tratados los ciudadanos de los países que los han acogido.
Estoy seguro
que todas las personas que hayan leído esto estarán de acuerdo conmigo, en que
el respeto se gana siendo respetuoso, y por lo tanto evitando utilizar términos
despectivos hacia un colectivo simplemente por haber nacido en otro lugar.
Recuérdenlo
antes llamar a otra persona: negro, moro, sudaca, machupichu, etc. A fin de
cuentas solo están recorriendo el mismo camino que recorrieron otros antes que ellos.
RESPETO
Salud.
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