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jueves, 25 de junio de 2020

DIVERSIÓN CON BANDERAS.

La transición española llegó a una serie de acuerdos fundamentales para la convivencia: la amnistía a los crímenes del fascismo durante cuarenta años, la democracia parlamentaria, la legalización de partidos políticos y sindicatos y la figura del rey como Jefe del Estado. Estas cuestiones fueron aceptadas por todos los participantes de la construcción de la sociedad emergente de finales de los años setenta, desde Fraga hasta Carrillo. Se sepultaba así la posibilidad de un referéndum sobre el modelo de Estado.

El sentimiento republicano hibernó durante treinta años, y empezó a despertar de la mano de las asociaciones memorialistas a principios del siglo XXI.

En los veinte años que llevamos de este siglo, el trabajo a favor de la difusión de la República como modelo de estado ha ido avanzando y cada vez son más las voces que se posicionan a favor de este modelo de Estado.

Aunque para el resto del mundo parece que la definición de República no necesita aclaración, nuestro país asocia la República a movimientos de Izquierda cuando en realidad, la única diferencia que tiene con el modelo actual es que el Jefe del Estado es elegido democráticamente en las urnas y no por la velocidad del espermatozoide del Borbón de turno.

El movimiento republicano, a mi entender, ha cometido un error a la hora de establecer sus prioridades y ha sido la evocación idealizada de la II República (un trabajo necesario pero insuficiente) en vez de armar de argumentos para la proclamación de una tercera.

Se ha trabajado para dignificar la memoria de los desaparecidos durante la guerra y el franquismo, se ha puesto el ojo en el atraso que supuso para España cuarenta años de dictadura franquista y todo arropado con la bandera tricolor que ha sido asumida por todos los republicanos y republicanas del siglo XXI.

Esta situación ha generado que los símbolos nacionales hayan sido asumidos por la derecha monárquica estableciendo una confrontación entre la ciudadanía, no por el fondo de la cuestión sino por la forma. Cualquiera que hoy porte una bandera rojigualda es identificado con la derecha conservadora del país.

Siguiendo las tesis de Zygmunt Bauman vivimos en una sociedad líquida donde el continente es más importante que el contenido, lejos de argumentar los beneficios o perjuicios de la monarquía/república nos hemos enlazados en una “batalla simbólica” por ver quien la tiene más grande (la bandera).

Como republicano me es indiferente que bandera es la que ondee en mi país mientras que el jefe del estado sea elegido democráticamente. A mí me bastaría con eliminar la corona y el blasón de los borbones del escudo nacional.

“La legitimidad de un régimen procede de la aceptación por la sociedad de los principios que están en la base de su organización política” Miguel Artola.          

domingo, 21 de junio de 2020

DESESCALADA EDUCATIVA.

Los momentos que vivimos hacen que tras meses de confinamiento social y paralización económica sea el momento de volver gradualmente a una situación de normalidad. En esta vuelta progresiva a los puestos de trabajo se han sumado la apertura de locales de ocio que, con las pertinentes medidas de seguridad, intentan aprovechar las ganancias que el verano proporciona a los negocios que viven del turismo, que en nuestro país es un número importante de negocios.

Un problema latente y que veremos cómo se resuelve en septiembre es la vuelta a las aulas. Quizás ha llegado el momento de hacer una evaluación y análisis del sistema educativo, tal y como está instaurado.

Si nos ceñimos a la definición clásica de lo que es un colegio, podríamos decir que es un centro de transmisión de conocimiento, y tal como dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua es “Establecimiento de enseñanza para niños y jóvenes”. Pero tras los problemas planteados en la desescalada se hacen más evidentes que cumple muchas más funciones de las que planteamos originalmente.

El colegio cumple, no solo, con la función de transmisión de conocimiento, sino que también transmite valores, ayuda a la socialización y hace la función de “guarda” de los menores.

Esta última función se hace cada vez más importante ante la imposibilidad de los padres de hacerse cargo de sus hijos e hijas durante gran parte del horario debido a sus obligaciones laborales.

A medida que los niños y niñas pasan menos tiempo jugando en la calle la función de socialización del colegio se ha ido haciendo más importante, al mismo tiempo la función de “guarda” va cobrando importancia a medida que se va haciendo más habitual que ambos progenitores trabajen fuera de casa, podríamos decir que las tres funciones, a día de hoy, tienen una importancia similar.

La vuelta al colegio en septiembre, sin que se haya encontrado una vacuna para el virus, tiende a primar la función de guarda por encima de las otras dos, exponiendo a los niños y niñas al virus sin las medidas de seguridad suficientes, un estudio reciente de la Universidad de Granada llega a la conclusión que en un solo día, tanto menores como maestros y profesores estarán expuestos a un contacto equivalente a 800 personas, también es cierto que este estudio no muestra una alternativa viable para la vuelta al colegio. Para llevar a cabo la vuelta al cole, es evidente que será necesario utilizar el sentido común a la hora de establecer normas de seguridad que según parece no serán obligatorias, aunque cualquiera puede entender que son recomendables, como el uso de mascarillas y un hábito higiénico por parte de los niños y niñas adecuado, o mantener las distancias de seguridad, normas que deberán ser aprendidas en casa no como una asignatura más del cole.

Podríamos concluir que los niños y niñas deben volver al colegio en septiembre porque alguien debe de hacerse cargo de estos menores mientras que sus padres y madres vuelven al trabajo, a fin de cuentas hay que seguir produciendo.

“Sin las piezas de un carro, no hay carro” Lao Tse.

LA EDUCACIÓN PROHIBIDA


miércoles, 10 de junio de 2020

LA HISTORIA DEBE CONTINUAR.

En el verano de 1989 Francis Fukuyama publicaba en la prestigiosa y muy conservadora revista The National Interest la tesis principal de su obra cumbre ¿El fin de la historia? Donde exponía que ante el colapso del bloque soviético terminaba la confrontación entre dos maneras de entender el mundo, el comunismo soviético y las democracias liberales, siendo estas últimas las vencedoras de la contienda, dando por finalizada la evolución ideológica de la humanidad, donde la única forma de establecer relaciones socio-político-económicas es dentro del marco del capitalismo.

La caída del bloque soviético en la década de los noventa del siglo pasado produjo una profunda crisis en las escuelas de pensamiento marxistas de todo el mundo, dejando el campo libre para que los liberales económicos impusieran sus tesis económicas en todo el mundo. Comenzaba el trabajo de destrucción de todos los derechos duramente conseguidos desde la aparición del movimiento obrero

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La realidad resultante de la caída del Bloque Soviético ha sido ampliamente estudiada y analizada por parte de distintas corrientes ideológicas, son muchos los ensayos filosóficos, económicos y políticos, que con más o menos acierto, han analizado la situación actual.

Mientras tanto, la población mundial ha asumido la realidad sin oponer resistencia, sin un horizonte al que avanzar, la implantación del capitalismo global (globalización) se ha instaurado como un martillo pilón en todo el planeta.

Existen corrientes alternativas ideológicas al capitalismo, como el propio Fukuyama reconoce en su ensayo, pero no revisten el suficiente atractivo para que puedan convertirse en un catalizador de masas.

Por otro lado el espectro ideológico se ha reducido tanto por el sector de la izquierda que lo que hace cincuenta años estaría enmarcado dentro de un “centro-izquierda” político, hoy son vistos como radicales jacobinos que pretenden acabar con el sistema, y aunque siguen existiendo grupos de resistencia “anticapitalistas” es necesario saber que el objetivo no es, y no puede ser, derribar el capitalismo, sino “superar” al capitalismo, dirigiéndonos a una sociedad “postcapitalista”.

Hace treinta años que la historia, si no ha finalizado, como sugiere Fukuyama, se puede decir que está pausada, es la hora de volverla a “echar a andar”.

Como hemos dicho anteriormente, la realidad ha sido analizada desde mil y un prisma, se han detectado los puntos flacos y fortalezas del sistema, se ha puesto la voz de alarma en las distintas consecuencias ecológicas, económicas y sociales al que nos aboca el sistema capitalista, pero aún no ha surgido una teoría que ilumine un nuevo horizonte donde se establezcan nuevas relaciones humanas. El análisis debe de dar paso a la transformación, de no ser así es un trabajo incompleto.

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, para caminar. Eduardo Galeano.

miércoles, 3 de junio de 2020

APLAUSOS. LO QUE PUDO SER Y NO FUE.

“Españolito que vienes al mundo te guarde Dios,

Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

Con estos versos resume Antonio Machado, lo que a mi entender es, toda la historia de España, una confrontación histórica entre personas que habitan las mismas fronteras desde hace siglos.

Por hacer un resumen a vuela pluma de estos enfrentamientos podemos comenzar con el enfrentamiento entre “moros y cristianos” que, a pesar de lo que diga la historiografía más rancia, eran personas que vivían en la misma tierra y que fueron enfrentadas por sus creencias religiosas, cuando podían haber optado por la convivencia pacífica. Siglos después encontramos el enfrentamiento entre los Comuneros y el Emperador Carlos V, unos defendiendo los derechos de una creciente burguesía instaurada por el incipiente capitalismo mercantil frente a otros que defendían los derechos de la nobleza y el estatus del emperador. Siguen pasando los siglos y seguimos enfrentados, llegamos al siglo XIX donde se enfrentan los absolutistas defensores del viejo fuero representado por Fernando VII frente a los defensores de la Constitución de 1812, el siglo XIX es un crisol de enfrentamientos entre españoles: Carlistas frente a Isabelinos, Republicanos frente a Monarquicos (este último tuvo su reflejo en el siglo XX), para terminar con el enfrentamiento entre Fascistas contra demócratas que tuvo como resultado otra cruenta guerra civil y la instauración de una dictadura que duraría cuarenta años.

Con este recorrido llegamos al 2020 donde parecía que habíamos encontrado un enemigo común representado en el virus COVID-19, capaz de unirnos a todos por un bien superior.

Esta unidad se vio representada por los aplausos que muchos de nosotros dimos durante meses en apoyo de los sanitarios que se encontraban en primera línea de batalla contra un virus que había conseguido colapsar el sistema sanitario.

Sus horas interminables, los datos catastróficos que eran anunciados día tras días, con cientos de muertos, que se incrementaban una y otra vez.

En estos aplausos se unían votantes de izquierda y de derecha frente a una realidad que nos sobrepasaba a todos, donde parecía que de esta situación saldría una sociedad mejor, hasta que el virus se fue aplacando, la curva de muertes se fue reduciendo y las urgencias empezaron a disminuir. Entonces dejamos de aplaudir.

Los aplausos se tornaron en caceroladas contra el gobierno por parte de algunos, la defensa de la sanidad pública pasó a un segundo plano y finalizó el consenso.

Ahora, podemos hacer honor a nuestra historia y seguir matándonos.

“La Nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo” atribuido a Otto Von Bismarck