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miércoles, 25 de abril de 2018

SAHARA LIBRE.


Hace muy poco tiempo que he tenido la suerte de participar de la Brigada Provincial que ha acudido a los campamentos refugiados saharauis en Tinduf (Argelia). Este viaje comienza a fraguarse cuando en junio de 2017, el Ayuntamiento de Rota recibió al Gobernador de la Wilaya de Dajla, Salek Baba, donde solicitó que una representación del Ayuntamiento de Rota viajara a los campamentos refugiados para conocer de primera mano el trabajo que las Asociaciones pro-saharauis llevan a cabo en estos campamentos de refugiados, así como las necesidades que tienen las personas que allí viven.
Hay que recordar que la población saharaui, en otros tiempos española, se vio obligada a abandonar sus hogares debido a los bombardeos de la aviación marroquí en su campaña de exterminio de la población en lo que hoy son los territorios ocupados del Sáhara Occidental, hace ya cuarenta años.

Este viaje ha supuesto un tremendo aprendizaje, y del que he sacado varias conclusiones que me gustaría compartir:
En primer lugar la capacidad de organización del pueblo saharaui. Hay que saber que hace cuarenta años que se estableció en el desierto, partiendo de cero, había que establecer estructuras tanto física como legislativa, en la que el Frente Polisario ha tenido un papel fundamental. Partiendo de la base que los saharauis son un pueblo nómada, han tenido que asentarse en la hamada, una de las zonas más duras del desierto del Sáhara y establecer un gobierno estable.
En segundo lugar el liderazgo incontestable del Frente Polisario, cuarenta años de liderazgo sin oposición significativa. Todos los procesos revolucionarios han tenido y tienen oposición, la Cuba de los Castros, la Revolución Bolivariana, Bolivia…, pero en el caso que nos ocupa, el mensaje es unitario, con todas las personas con las que nos hemos reunidos no encontramos un mensaje discrepante, los mensajes se repetían continuamente y se reconocía al Frente Polisario como único interlocutor y representante saharaui.

En tercer lugar la claridad de su objetivo, en la  permanencia en los campos de refugiados: resistir hasta poder volver a casa. En ningún caso el pueblo saharaui se plantea permanecer indefinidamente en el estatus de refugiado, en este sentido el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, Brahim Gali, con el que tuvimos la suerte de reunirnos, fue taxativo, “El pueblo saharaui no está dispuesto a permanecer de manera indefinida como un pueblo refugiado, la paciencia se va acabando”. En ningún caso, entra en sus planteamientos ubicarse de manera estable en Argelia ni en ningún otro país. En este sentido el presidente de la Asociación  de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA) Abdeslam Omar, dijo en una reunión que mantuvimos con él en el Museo de los Derechos Humanos en Bojador: “Le pedimos a España que no nos mande más latas de atún ni más ropa, lo que queremos que nos envíen es la Resolución internacional con la que poder llevar a cabo un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental.”

En cuarto lugar la hospitalidad del pueblo saharaui, son personas que cuentan con todo tipo de carencias, pero aún así todo lo que tienen lo ponen a disposición de quien lo pueda necesitar, desde su comida o su propia casa. Hospitalidad y amabilidad de la que tendríamos mucho que aprender en occidente.
La situación del pueblo saharaui es desconocida por una gran parte de la población mundial en general y la española en particular, pero donde el gobierno español tiene una especial responsabilidad, ya que el abandono de las instituciones españolas del Sáhara Occidental en 1975 es lo que ha derivado que en el desierto del Sáhara, en el Sur de Argelia exista uno de los  asentamientos de refugiados más antiguos del planeta.
Es hora de que el Gobierno español, finalice el mandato de descolonización que recibió de la ONU hace ya 42 años y el pueblo saharaui pueda volver a casa. Sahara Libre.
Salud.

jueves, 12 de abril de 2018

MASTER-CARD


Posiblemente, ni seré el único ni el último que hable esta semana sobre el famoso Master de la Sra. Cifuentes, pero hay varios aspectos que me han llamado la atención en este caso:
En primer lugar la desfachatez que muestra la aún Presidenta de la Comunidad de Madrid en sostener lo insostenible. Considero que hay pruebas más que evidentes que demuestran que no realizó el Trabajo de Fin de Master (TFM) y por lo tanto no pudo obtener de manera lícita el correspondiente título.

En segundo lugar, la defensa de lo indefendible que está haciendo el Partido Popular, de un caso que no tiene salida.
En tercer lugar, cómo profesionales de la educación, como los de la Universidad Rey Juan Carlos, se prestaron a beneficiar a esta señora. Una Universidad que tiene matriculados unos cuarenta mil alumnos en la actualidad, a los que se les ha faltado al respeto, regalando la titulación a una persona, ¿qué opinan de esta situación estos estudiantes? ¿Qué valor académico tienen los títulos universitarios obtenidos aquí? ¿no planeará la sombra de la sospecha sobre todos ellos, al menos durante un tiempo? Los directores del Master son tan o más culpables que la Sra. Cifuentes y esto debería incapacitarlos para ejercer en un centro educativo de por vida.
En cuarto lugar, la falta de indignación que ha provocado esta situación en la ciudadanía en general, aparte de miles de chistes, no se ha entendido la profundidad de esta situación. El caso Cifuentes, es un ataque directo a la enseñanza universitaria en todo el país. A las dificultades existentes como, la falta de becas, el precio de las matriculas, el precio de los materiales necesarios para cursar una enseñanza universitaria… se suma que las personas con cierto poder, no tienen ni que estudiar o ir a clases para obtener un título que a otras les cuesta un sobrado esfuerzo, tanto intelectual como económico.
El esfuerzo y la capacidad no es una cualidad que deban demostrar las clases dirigentes para obtener una titulación que los diferencie del resto. Lo que este caso viene a demostrar es que el mérito no se valora, el mérito se compra, las relaciones personales, el papel institucional, en fin, las relaciones de poder tienen la capacidad de proveerte de un curriculum excelente para que nadie cuestione tu posición de privilegio. Lo más grave de esta situación es que cuando es descubierta, la mayoría de la gente, lo asume como algo normal. Nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción que ya nada nos sorprende.
Sidney W. Mintz, un ilustre antropólogo fallecido en 2015, escribió en 1996, “Cuando la jerarquía es firme y reconocida los excesos de los poderosos no suelen verse como excesos” y España es un claro ejemplo de esta cita. Mientras los poderosos nos roban, nos mienten y pisotean nuestros derechos, a un alto porcentaje de la población parece darle igual, lo entienden como normal, lo hacen porque tienen capacidad para hacerlo, mientras tanto se encarcela a cantantes o tuiteros que molestan con sus mensajes.

Mientras no se les pare, el Partido Popular seguirá en su deriva de corrupción, el caso Cifuentes es uno más, igual o aún más grave que el resto, ya que hasta ahora los hijos e hijas de los trabajadores sólo podíamos competir con ellos intelectualmente, estos días han demostrado que no necesitan estudiar para obtener los títulos que a otros tanto esfuerzo les cuesta.
Cada día es más necesario desalojarlos del poder, antes  de que lo dejen todo en ruinas.
Salud.

miércoles, 4 de abril de 2018

LA PENALIZACIÓN DEL MÉRITO.


Uno de los más grandes representantes del modernismo español y padre del esperpento, es Ramón María del Valle-Inclán, que publicó en 1924, una de sus  mayores obras teatrales, “Luces de Bohemia”, en ella hace un análisis de la sociedad española de su época, siendo una de sus citas más célebres la siguiente: “En España el mérito no se premia, se premia el robar y el ser un sinvergüenza, en España se premia todo lo malo”.

Pero, ¿podríamos decir que esta cita sigue vigente noventa y cuatro años después? ¿tan poco ha cambiado la sociedad española en casi un siglo?
Que el mérito no se premia, es un hecho, y no porque lo diga yo, lo dice también el premio nobel de economía de 2001, Joseph Stiglitz: “El 90% de los chicos que nacen en hogares pobres morirán pobres por más capaces que sean, más del 90% de los chicos que nacen en hogares ricos morirán ricos por más estúpidos que sean, el mérito no es un valor”.

Pero una cosa no es premiar el mérito y otra cosa es penalizarlo, y eso es muy común en nuestra sociedad. Existen dos concepciones sobre el trabajo, el trabajo como actividad que dignifica y el trabajo como carga, de ahí que encontremos dos tipos de trabajadores: uno que hace el trabajo que se le encomienda de manera diligente y el que tarda en realizarlo, pone excusas e intenta escurrir el bulto.
Si nos encontramos a ambos tipos de trabajadores en un mismo puesto de trabajo y un superior le encomienda un trabajo al trabajador A y este lo hace de manera satisfactoria en un tiempo lógico, y el mismo superior le encomienda el mismo trabajo al trabajador B y este tarda en llevarlo a cabo, pone excusas para no realizarlo, y el trabajo termina llevándose a cabo fuera de plazo y con un resultado malo o mediocre, en el momento en que el superior tenga que encomendar un trabajo ¿a qué trabajador se lo pedirá? Creo que todos coincidiremos en que si fuéramos el superior se lo mandaríamos al trabajador más eficiente, obteniendo como resultado que el trabajador A se encontraría cada vez con más carga de trabajo mientras que el B, cada vez tendría menos que hacer o haciendo tareas más sencillas, obteniendo el mismo sueldo, al tener la misma categoría.
Esto tiene unas consecuencias laborales inmediatas, el mal ambiente laboral, la desaparición de la solidaridad entre compañeros y un desajuste en la producción.
Esta situación hipotética es más común de lo que podemos llegar a pensar. Y un gran error en la persona que no cumple con sus funciones, ya que los trabajadores/as el único medio de vida que poseemos es la venta de nuestra fuerza de trabajo a cambio de un sueldo, por lo tanto está desperdiciando su potencial en perjuicio de un compañero/a.

La situación no deja de ser injusta en lo que a carga de trabajo se refiere, es común que los parámetros a tomar por las empresas a la hora de efectuar despidos en caso de necesidad se tomen dentro de cuestiones meramente económicas, no productivas, sino que el que suele salir despedido es el que tiene menos costo para la empresa.
Podríamos concluir diciendo que la división del trabajo ha tenido como consecuencia que este pierda valor productivo, que los trabajadores que tienen conciencia de la dignidad que te da el trabajo como ser humano tienen una mayor producción y que los que ven el trabajo como una carga, los que realmente son una carga son ellos/as, una carga para sus empresas y para sus compañeros/as.
Todos conocemos trabajadores de ambos tipos, felicitemos a los trabajadores del tipo A y afeemos la conducta de los trabajadores del tipo B, ya que no sólo perjudican a su empresa sino a sus propios compañeros/as.
Esta situación no es más que otra de las consecuencias del individualismo y de la falta de solidaridad que impera en nuestra sociedad.
Salud.