La polarización en que ha devenido la sociedad actual ha dividido a la población en una confrontación de “o conmigo o contra mí”, las posiciones se han radicalizado hasta tal punto que la razón ha dado paso a las emociones, lo irracional se impone en la batalla cultural que se está librando por establecer el relato dominante.
Hace unos días terminé el libro de la
periodista Pilar Urbano titulado “Jefe Atta” es un ensayo
periodístico-documental que trata sobre los entresijos que concluyeron con los
atentados del 11S.
De este libro, me ha llamado la atención, entre otras muchas cosas, las técnicas de captación y radicalización que Al Qaeda ejerció sobre las personas que formaron el comando terrorista y que como expondré a continuación son comunes a otras organizaciones radicalizadas.
En primer lugar me gustaría destacar que
estas personas no provenían de ambientes delictivos o extremistas. Eran
universitarios: ingenieros, abogados, etc., que además provenían de familias de
clase media-alta y que habían llevado a cabo sus estudios en Alemania.
El proceso de radicalización comienza
con un sentimiento de ser rechazado por la sociedad occidental, por entender
que su cultura o su religión son atacadas.
Después se les da un motivo por el que
enorgullecerse, en el caso de los terroristas fue una interpretación
tendenciosa de la religión, y encontrar un líder que represente esa lucha. A
partir de este momento, no se cuestiona al líder, no se piensa por sí mismo.
En tercer lugar se les ofrece la
oportunidad de ser parte de un grupo mayor, de un grupo que no está dispuesto a
“dejarse pisotear” sin luchar.
En cuarto lugar se les exige un
compromiso con la causa, que en el caso de los integrantes del grupo, fue tomar
la decisión de morir por la causa (no todos los secuestradores de los aviones
eran conscientes que se habían embarcado en un atentado suicida)
Y en quinto lugar, la promesa de una
recompensa por su sacrificio.
Estos pasos se fueron llevando a cabo
con mucha paciencia y constancia, hasta llegar al fatídico 11S.
Sin embargo, el proceso de
radicalización es común y se exibe diariamente en los discursos políticos, en
publicaciones de redes sociales o grupos de comunicación instantánea: sentirse
atacado (tu cultura, tu religión, tus costumbres… están siendo atacadas por “otro”),
encontrar un motivo de orgullo (patria, religión, ideología…), encontrar un
grupo de personas que se identifican con esa idea, seguir sin cuestionar al líder
(no voy a dar nombres para que el artículo sirva para reflexionar),
identificarse con la defensa de los valores que sientes atacados…, y en último
caso, dar la vida si la causa lo requiere.
Los más grandes genocidas de la historia
siempre aludieron al derecho a defenderse.
“Cualquier
discurso bélico está obligado a sustentarse menos en la razón que en la
exaltación” Felipe Benítez Reyes.




