Nos encontramos en un periodo histórico de tremenda incertidumbre. En España, donde el Gobierno formado por el PSOE y Unidas Podemos abría un halo de esperanza para la clase trabajadora, ha llevado a cabo reformas como: la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la gestión de los ERTES durante la pandemia, etc., ha hecho que las clases populares hayan sorteado esta crisis de mejor manera que la que sufrimos en 2008. Aunque cada uno tendrá una opinión en función de sus circunstancias personales.
Pero una cosa es ostentar el Gobierno
y otra, muy distinta, tener el Poder, las contradicciones que tiene que sortear
el, autoproclamado, “Gobierno más progresista de la historia de España” han
sido, son y, presumiblemente, serán, difíciles de justificar ideológicamente.
En un Sistema donde el Capitalismo ha
copado hasta la última arista, nada se escapa de su control, y en una época
donde los trabajadores y pequeños empresarios luchan por mantenerse a flote,
las grandes fortunas multiplican sus beneficios, gracias “al sudor del de
enfrente”.
La subida del precio de la luz, de
los carburantes, el gas…, han hecho que los beneficios económicos que el
Gobierno ha legislado a favor de la clase trabajadora, sean insuficientes y la
velocidad a la que el dinero desaparece de sus cuentas bancarias, ha conseguido
que vuelvan la mirada a los legisladores en modo de reproche exigiendo
soluciones a esta situación.
El pueblo no entiende, ni tiene
porqué hacerlo, de resoluciones de la Unión Europea, leyes de mercado
económico, tratados internacionales, etc., y demanda la protección del Estado.
Pero ¿qué responsabilidad tenemos los
ciudadanos de a pie sobre todo lo que está aconteciendo?
Un pueblo desmovilizado, que ha
perdido la esperanza en las herramientas clásicas de lucha, como las huelgas,
las manifestaciones, pintadas, agitación popular, etc.
Un pueblo que se indigna en la barra
del bar mientras se bebe una cerveza y que desconfía de aquellos que intentan
remover conciencias.
Un pueblo que abarrota autovías en
busca de unos días en la playa.
Un pueblo que se emociona con las
lágrimas de un futbolista que va a cambiar de equipo para seguir cobrando una
cantidad indecente de dinero pero que permanece impasible ante el despido de su
compañero de trabajo o el cierre de una factoría que dejará en la calle a
cientos de personas.
Un pueblo que asume con normalidad
como te pueden expulsar de tu casa y tener que seguir pagando la hipoteca de
por vida, y que los bancos hagan negocio con esas viviendas.
En definitiva, un pueblo que se ha
acomodado a vivir en su particular sueño, permaneciendo demasiado tiempo
dormido.
La realidad puede cambiar, pero no va a cambiar sola, únicamente la movilización social puede mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, que no olvidemos es la mayoría de la población.
Porque como si de Lázaro se tratara,
parece esperar que un Salvador le diga “Levántate y anda”. Los salvadores no
existen, ya que solo el pueblo, salva al pueblo.
“La única lucha que se pierde es la
que se abandona” Ernesto “Che” Guevara.
Manuel
Carmona Curtido
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