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martes, 17 de octubre de 2017

EL BUEN ESPAÑOL



Uno de los temas que, filosóficamente, me apasionan es la creación de identidades, ya que todos tenemos múltiples identidades con las que nos identificamos, nuestro equipo de fútbol, madridista, culé, cadista, bético…, nuestras ideas políticas, comunistas, liberales, conservadores…, nuestra profesión, carpintero, albañil, médico…, nuestra música favorita, hevies, rockers, reggetoneros…, pero si hay una identidad que a día de hoy se posiciona por encima de todas las demás es la identidad nacional.
Es evidente que en la actualidad, la identidad nacional puede ser un foco de conflicto, ya que cada uno identifica su sentimiento nacional con su propia personalidad.
Por eso llevo varios días haciéndome la siguiente pregunta ¿Cómo se podría definir a un buen español? Como no he sido capaz de contestarme de manera certera a esta pregunta he preguntado a muchos de mis amigos y allegados sobre qué es ser español. Qué características tiene que tener un buen español. Inicialmente las respuestas que obtuve me generaron aún más duda, ya que unos respondían, que un buen español, debe tener la nacionalidad española, estar orgulloso de nuestra historia y defender nuestras tradiciones. Esto me generó las siguientes dudas:
Una persona de Argelia que tiene la nacionalidad española, ¿es vista como un español más por el resto de nuestra sociedad? A todas luces no.
Nuestra historia es la que es, pero por supuesto hay muchos pasajes de los que no sentirse orgullosos, ¿esto hace menos español? A mi entender no.
La  defensa de nuestras tradiciones no tiene porqué ser unánime, ¿o son menos españoles los antitaurinos? ¿o las personas que no les gustan las procesiones?
Otra duda que me surgió a raíz de estas nuevas preguntas, el hijo de unos emigrantes españoles que ha nacido en el extranjero ¿es español? A priori sí, ya que hereda la nacionalidad de sus padres, pero ¿y si no pisa en su vida España? ¿seguiría siendo español a pesar de tener la nacionalidad?
Y los hijos de inmigrantes nacidos en España ¿son españoles? ¿aunque vivan toda su vida en España?
La derecha política de España se ha adueñado de la idea nacional, un “buen español” debe ser fiel seguidor de las tradiciones, por supuesto se debe identificar con la religión mayoritaria, aunque no la practique, sentirse orgulloso de la historia (aunque en ocasiones sea una contradicción) o al menos de la historia oficial.
Pero dentro de la historia de España se excluye los ocho siglos de Al-andalus, la multitud de regiones celtíberas previas, etc. Solo cuenta como historia la mal llamada reconquista, cuando es imposible entender la actualidad sin el pasado musulmán, visigodo, romano, íbero… hoy somos una suma de todas esas personas.
Al final he llegado a la conclusión de que existen 47 millones de formas de ser un buen español, una por cada persona que vivimos entre las fronteras de lo que hoy se llama España. Nos regimos por unas leyes que hay que cumplir, intentar no hacer daño a los demás y vivir en paz, no hay más, cada uno sentimos nuestra identidad de una forma distinta.



Ser español, al fin y al cabo, es una identidad administrativa, provocada por una serie de casualidades que ha hecho que estemos registrados como tales. Unos lo llevan con orgullo, otros con pesar, para unos es importante y a otros les da igual.
Lo fundamental, a mi entender, es no imponer nuestra forma de ver nuestra identidad a los demás, imponerla es la base del “nacionalismo”.
El pasado día 8 de octubre, Vargas Llosa, en la manifestación convocada por la “Sociedad Civil Catalana” dijo la siguiente frase: “el nacionalismo ha llenado la historia de Europa, del mundo y de España de guerras, sangre y cadáveres”. Es una afirmación  con la que estoy completamente de acuerdo, lo que me llamó la atención que eso se dijo a miles de nacionalistas que lo aplaudieron  a rabiar, nacionalistas españoles, pero nacionalistas al fin y al cabo.
Me gustaría terminar con una frase del Subcomandante Marcos: 



“Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú”.
Salud.

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