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jueves, 24 de mayo de 2018

BOICOT.



El último ataque de Israel contra la población civil palestina, ha sido inhumanamente cruenta, cientos de muertos, miles de heridos. Una población que protestaba pacíficamente contra la ocupación israelí de su legítima tierra. Este hecho ha provocado un reguero de indignación a lo largo y ancho del mundo, que principalmente entre las clases populares, se ha traducido en una ola de protesta prácticamente a nivel mundial.

Es común que ante hechos tan injustos como estos se compartan por las distintas redes sociales campañas de boicot, contra los productos y empresas que provienen de ese país. Ya que dentro de los conceptos que tenemos asimilados, el mayor daño que se puede realizar es de carácter económico. De ahí, que hayan sido compartidas todo tipo de campañas, con el lema “Boicot a Israel”, donde se informan de la numeración de los códigos de barra de los productos provenientes de ese país, el nombre de las distintas empresas que tienen procedencia israelí, etc.

Esta respuesta llevada a cabo por la ciudadanía de a píe, busca la unión popular para poder llevar a cabo una pérdida económica a este país a través de los ingresos de sus empresas y la exportación de sus productos.
Este tipo de campañas no es nueva, hemos visto campañas similares con distintos objetivos: Boicot a Marruecos, por el conflicto con el Sáhara Occidental, Boicot a Inditex por explotación a Infantil, Boicot a las grandes superficies por competencia desleal con el pequeño comercio, Boicot a Cataluña, Boicot a Nike, Boicot a Coca Cola, Boicot a los productos transgénicos, Boicot a…




¿Pero alguien se ha parado a pensar en la efectividad de este tipo de campañas, más allá de acallar nuestras conciencias occidentales?
Yo, no veo a la gente haciendo la compra fijándose en los códigos de barra para ver de dónde procede el producto, sigo viendo productos de Nike y de Inditex con mucha frecuencia, en ningún restaurante veo a ningún cliente preguntar si la carne que le van a servir es transgénica o si el animal se ha criado en libertad y ha tenido una muerte indolora, los centros comerciarles y los grandes supermercados tienen pingües beneficios.
Teniendo en cuenta todo esto, podemos llegar a la conclusión de que estas campañas son inútiles.
Además, pensemos en un momento que alguien hiciera un boicot a todas las marcas, empresas y países que cometieran acciones injustas. No podría vestir porqué bien sea de una forma u otra la ropa asequible al 90% de los bolsillos están fabricadas en Asia por un sueldo miserable, no podría comer, ya que bien porque los productos generen algún tipo de contradicción, sean transgénicos, procedan de la cría masiva de ganado, bien estos productos sean vendidos por una gran superficie con historial de conflictos laborales, no podría vivir en una casa, ya que la vivienda de una forma u otra es un bien especulativo para el propietario o para el banco que te concede la hipoteca.
Pero esto no es un alegato a la inacción, es un alegato a las acciones útiles.
Las acciones que provocan estas reacciones no son hechos puntuales, están enmarcadas dentro de un sistema socioeconómico difundido a través del proceso de la globalización, es el sistema al que hay que realizarle un “boicot”, a los distintos gobiernos que permiten que esto pase. Un pueblo organizado en busca de un futuro mejor, un gobierno que gobierne para el pueblo.
“El gobierno en un Estado Capitalista no es más que el Consejo de Administración de los intereses de la burguesía” Karl Marx.

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