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martes, 17 de diciembre de 2019

HAY QUE DISCUTIR MÁS.


Aunque pueda parecer lo contrario se está perdiendo, si no se ha perdido ya, el arte de discutir, entendiendo por discutir como “contender y alegar razones contra el parecer de alguien”, pero en los últimos tiempos discutir se ha convertido en la exposición de ideas categóricas cuyo único fin es imponerse a cualquier otra idea que exponga otra persona.

La discusión era el método empleado por Sócrates para poder llegar al conocimiento de las cosas, en la búsqueda de la Verdad, donde a través de preguntas, exposición de contradicciones y reflexiones se llegaba a la verdad a través de preguntas y razonamientos entre las personas que intervenían en la discusión, este método era conocido como mayéutica.

A pesar de la multitud de programas de “debate” que pueblan todas las cadenas de televisión, estos programas se han impregnado del modelo impuesto por la “prensa rosa” donde la persona que más grita y más interrumpe es la que pretende tener razón, cuando la razón se expone con argumentos no con faltas de educación clamorosas.

Si hay un filósofo que expone de manera magistral los métodos de los que se ha dotado la “discusión” en la actualidad es Shopenhauer, que en 1831 publicó El arte de tener razón, donde desarrolla treinta y ocho estratagemas para salir victoriosos de una confrontación dialéctica.

El filósofo alemán justifica su obra debido a la natural maldad del género humano y expone que si fuéramos por naturaleza honrados no tendríamos otra finalidad  que la de poner de manifiesto la verdad, sin importarnos en nada que esta se conformara a través de nuestra opinión o la del otro. Para Shopenhauer cuando se discute no se hace con el fin de buscar la verdad sino de imponer nuestras tesis.

Como ejemplo valga la Estratagema 24 expuesta por el autor que cita textualmente: “Forzar consecuencias. De la tesis del adversario mediante falsas conclusiones y tergiversación de los conceptos, se fuerzan tesis que no están en la suya y que no se corresponden en absoluto con su opinión, sino que por el contrario, son absurdas o peligrosas…”. Aunque todas son igualmente válidas. Es curioso que aunque la mayoría de la población no haya leído este libro siguen a la perfección las indicaciones expuestas en él incluso sin saberlo, lo que hace de este libro un manual de obligada lectura para toda persona que le guste “discutir”.
Deberíamos recuperar el antiguo arte de discutir como forma de aumentar nuestro conocimiento, y al mismo tiempo conocer otros puntos de vista, otros argumentos y otros razonamientos, para desterrar definitivamente el concepto de discusión como batalla dialéctica donde el único fin es implantar nuestra tesis sea cierta o no.
“No moriría por mis creencias porque podría estar equivocado” Bertrand Russell

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