Aunque pueda
parecer lo contrario se está perdiendo, si no se ha perdido ya, el arte de
discutir, entendiendo por discutir como “contender y alegar razones contra
el parecer de alguien”, pero en los últimos tiempos discutir se ha convertido
en la exposición de ideas categóricas cuyo único fin es imponerse a cualquier
otra idea que exponga otra persona.
La discusión
era el método empleado por Sócrates para poder llegar al conocimiento de las
cosas, en la búsqueda de la Verdad, donde a través de preguntas, exposición de
contradicciones y reflexiones se llegaba a la verdad a través de preguntas y
razonamientos entre las personas que intervenían en la discusión, este método
era conocido como mayéutica.
A pesar de la
multitud de programas de “debate” que pueblan todas las cadenas de televisión,
estos programas se han impregnado del modelo impuesto por la “prensa rosa”
donde la persona que más grita y más interrumpe es la que pretende tener razón,
cuando la razón se expone con argumentos no con faltas de educación clamorosas.
Si hay un
filósofo que expone de manera magistral los métodos de los que se ha dotado la
“discusión” en la actualidad es Shopenhauer, que en 1831 publicó El arte
de tener razón, donde desarrolla treinta y ocho estratagemas para salir
victoriosos de una confrontación dialéctica.
El filósofo
alemán justifica su obra debido a la natural maldad del género humano y
expone que si fuéramos por naturaleza honrados no tendríamos otra
finalidad que la de poner de manifiesto
la verdad, sin importarnos en nada que esta se conformara a través de nuestra
opinión o la del otro. Para Shopenhauer cuando se discute no se hace con el fin
de buscar la verdad sino de imponer nuestras tesis.
Como ejemplo
valga la Estratagema 24 expuesta por el autor que cita textualmente: “Forzar
consecuencias. De la tesis del adversario mediante falsas conclusiones y
tergiversación de los conceptos, se fuerzan tesis que no están en la suya y que
no se corresponden en absoluto con su opinión, sino que por el contrario, son
absurdas o peligrosas…”. Aunque todas son igualmente válidas. Es curioso
que aunque la mayoría de la población no haya leído este libro siguen a la
perfección las indicaciones expuestas en él incluso sin saberlo, lo que hace de
este libro un manual de obligada lectura para toda persona que le guste
“discutir”.
Deberíamos
recuperar el antiguo arte de discutir como forma de aumentar nuestro
conocimiento, y al mismo tiempo conocer otros puntos de vista, otros argumentos
y otros razonamientos, para desterrar definitivamente el concepto de discusión
como batalla dialéctica donde el único fin es implantar nuestra tesis sea
cierta o no.
“No
moriría por mis creencias porque podría estar equivocado” Bertrand Russell
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