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lunes, 17 de agosto de 2020

TODO EL PESO DE LA LEY.

 El otro día cuando llegué al trabajo, uno de los menores del Centro tenía el semblante pensativo, diría que triste, cuando generalmente es una persona seria pero  de rostro alegre, cuando le pregunté si le pasaba algo me comentó que le habían caído tres años de libertad vigilada, y que se lo habían comunicado en ese día. Le pregunté los motivos por los que le había caído esa pena y me dijo que por peleas y robos que había cometido años atrás y que eran causas que tenía pendientes.

Lejos de eludir los motivos que le habían supuesto la condena, los aceptaba sin reparo pero le dolía que, después de tanto tiempo, tuviera que asumir dicha condena por hechos que ya tenía prácticamente olvidados.

Esta situación me hizo llegar a la siguiente reflexión: si el fin último de la condena es la reinserción y la rehabilitación, ¿cómo te puede llegar una condena tres años después de la comisión de un delito? Sobre todo cuando durante este tiempo has tenido un comportamiento ejemplar con expedientes que avalan tu buena conducta.

¿No estaremos sustituyendo la reinserción y la rehabilitación por la venganza? ¿Qué objetivo tiene rehabilitar a una persona que ya está rehabilitada?

Que todo el peso de la ley debe caer sobre las personas que cometen un delito está fuera de toda duda y no seré yo quien lo ponga en cuestión, pero ¿qué sentido tiene aplicar una sentencia cuando la persona a la que se le va aplicar no es la misma que cuando cometió el delito?

No es la primera vez que tenemos noticias de personas que tienen que cumplir condenas por errores (delitos) que cometieron en un momento de su vida y que a la hora de asumir responsabilidades han rehecho su vida sin ser un peligro para la sociedad, pero cuando una de estas personas te toca de cerca la injusticia aparece más evidente.

Siendo la tardanza de las sentencias un mal endémico de nuestro sistema judicial deberíamos pensar por qué no se pone remedio a esta situación, es más, ni siquiera está en la agenda de ningún programa político. La lentitud de los juzgados está provocada por una estructura del siglo XX que no se ha adaptado a la velocidad que requiere el siglo XXI, la falta de personal, y de inversión de medios tecnológicos son algunas de las causas que provocan el atasco en los juzgados y sobre todo porque las personas que tienen que asumir estas consecuencias les importan un pimiento a la “gente de bien”.

La justicia, si no se imparte de manera inmediata se convierte en la paradoja de ser injusta, su objetivo se devalúa y las consecuencias las pagan siempre los sectores más desfavorecidos.

“La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo” Platón.

 

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