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domingo, 22 de noviembre de 2015

TRABAJAR MENOS HORAS PARA TRABAJAR MÁS PERSONAS



Existen dos formas de entender el trabajo: como un modo de vida, o como la manera de financiar tu modo de vida. Indudablemente tener tiempo para realizar actividades que nos llenan plenamente es una de las fuentes de felicidad de cualquier persona, pero esto sólo es posible teniendo el tiempo libre suficiente, las necesidades básicas cubiertas, así como una mente despejada alejada de los problemas.

Por lo tanto debemos cuestionarnos si la estructura horaria de la jornada de trabajo es beneficiosa para el ser humano o es perjudicial.

En 1919 se implantó en España la jornada laboral de 8 horas, tras una huelga general que duró 44 días, desde entonces, como todo proceso ha tenido sus avances y sus vuelta a atrás, pero lo que parece claro es que para la mayoría de la población, la reducción de la jornada laboral ha quedado en un segundo plano dentro de las reivindicaciones laborales.



Pero debemos preguntarnos ¿Cuál es el fin del trabajo? Junto a la siguiente pregunta ¿supondría algún déficit la jornada laboral de 30 horas?

Para la primera pregunta la respuesta correcta sería el conseguir la producción y los servicios  necesarios para la sociedad.

La segunda pregunta tiene una respuesta algo más compleja, Tomás Moro, en su obra Utopía (1516) trata esta cuestión, idea muy avanzada para su época teniendo en cuenta que se trata de una obra del siglo XVI:

“Quizás pensaréis  que la jornada de seis horas producirá necesariamente escasez. Mas no es así. Tal jornada, no sólo basta para procurar lo necesario a las necesidades y comodidades de la existencia sino que las excede. Y lo comprenderéis si consideráis cuán grande es, en los restantes países, la parte de la población que pasa el tiempo en la holganza. En primer lugar, la mayoría de las mujeres, que constituyen la mitad de aquella población. Y donde las mujeres trabajan, casi siempre los hombres huelgan en lugar de ellas. Añadid la ociosa muchedumbre de los sacerdotes y religiosos, que así son llamados. Además, todos los ricos, especialmente los propietarios de los latifundios, que el vulgo llama gentileshombres y nobles, y sus numerosos familiares, turbamulta de vagos armados de pies a cabeza, y finalmente, los mendigos robustos y sanos que simulan enfermedad cualquiera para ocultar su holgazanería. Veréis entonces que el número de los trabajadores cuya actividad se aplica a proveer las necesidades del género humano es muy inferior al que podáis suponer.
Considerad ahora que bien pocos de estos ejercen un oficio indispensable. Como todo se mide entre nosotros  por dinero, necesitamos dedicarnos  a infinidad de profesiones perfectamente inútiles y superfluas, que sólo sirven para acrecentar el lujo y la deshonestidad.
Suponed que esa masa de hombres que ahora trabaja se repartiese entre los escasos oficios que responden al uso conveniente de los recursos naturales; la abundancia de los productos necesarios sería entonces tan grande, que los precios serían hasta excesivamente bajos para asegurar el sustento  de los artesanos. Mas, si todos los hombre que hoy pierden el tiempo en oficios de lujo, si todas las personas que se corrompen en el ocio y la holganza, cada una de las cuales consume una parte de los productos  del trabajo ajeno igual a la de dos productores, se viesen obligados a participar en un trabajo de interés general, se comprende fácilmente que cada individuo tendría que ejecutar un muy escaso trabajo para conseguir la producción de todo lo preciso para las necesidades y comodidades de la existencia, amén de los placeres, verdaderos y naturales.” (Tomás Moro, Utopía, pag.97-98, Edimat libros S.A.1516-2005).

Como podemos observar en el texto ya Moro pone de manifiesto la cantidad de población ociosa que sustentan las masas trabajadoras, pero en una situación como la actual donde existen seis millones de desempleados y una tecnología muy superior a la del s. XVI, sería mucho más fácil dar abastecimiento a toda la población. 



Es más, existen ejemplos en otros países de experiencias similares con resultados óptimos:
Francia, progresivamente desde el año 1998 al 2002 implantó progresivamente la jornada laboral de 35 horas semanales, bajo el lema “Trabajar menos, para trabajar más personas y vivir mejor” reduciendo el desempleo con incentivos fiscales a las empresas que realizaran nuevas contrataciones, lo que redujo el paro y aumentó el PIB nacional en un 2,5% contradiciendo las expectativas de la patronal francesa. A partir del año 2003 con la llegada de Jacques Chirac a la presidencia francesa y los gobiernos que lo sucedieron, entraron en la deriva neoliberal actual y fueron desmantelando la conquista de los trabajadores franceses.



Suecia acaba de implantar la jornada laboral de 30 horas semanales con resultados notables.

Los centros de servicios de Toyota en Gotemburgo, cambiaron su jornada laboral a 30 horas semanales hace 13 años, dando como resultado una rotación más baja y la satisfacción de sus empleados.

Entonces la pregunta siguiente es: Si la reducción de jornada laboral a 30 horas semanales es tan beneficiosa ¿Por qué no se implanta? ¿A quién beneficia la situación actual?

Los trabajadores tienen como único medio para conseguir cubrir sus necesidades básicas vender su fuerza de trabajo, esto provoca una situación de oferta / demanda de empleo, donde los propios trabajadores entran en competencia unos con otros. Tener una bolsa de desempleados es fundamental para el funcionamiento del sistema capitalista, ya que esta actúa como método de presión contra los trabajadores, evitando sobrepasar su “límite de subsistencia” para que así sus demandas vayan encaminadas a cubrir su sustento y no a la mejora de las condiciones laborales.

Actualmente en España, sólo el sindicato CNT, mantiene la lucha sindical de la reducción de jornada laboral, pero debido al daño que el sistema capitalista ha hecho al sindicalismo y la falta de organización de la clase trabajadora, así como el silencio de los medios de comunicación a este tipo de luchas, la propuesta pasa desapercibida para la mayoría de los ciudadanos.



Tener una masa social con tiempo libre, implica correr el riesgo de que ésta se forme intelectualmente y ponga en cuestión las decisiones que toman los gobernantes.

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