En los últimos
tiempos existe un debate referente a los usos del lenguaje. Este debate se
centra en si debemos utilizar lo que se viene denominando el lenguaje inclusivo
o no.
El lenguaje no
es únicamente una forma de comunicarnos sino que es una forma de entender el
mundo que nos rodea, nos permite estructurar y conocer todo aquello que existe
a nuestro alrededor. Tiene tal poder sobre nuestro cerebro que si en estos
momentos leen la frase “no piense en un elefante rosa” su cerebro, de manera
automática, generará la imagen de un elefante rosa en su subconsciente, incluso
en contra de su propia voluntad consciente.
Por lo que
podemos decir que existe un consenso relacionado en el poder del lenguaje.
Pasemos ahora a analizar si nuestro idioma es machista o no y si es necesario
hacer un esfuerzo para extender el uso inclusivo del mismo. Para ello
utilizaremos varios ejemplos:
Si decimos que
algo es “una putada” estamos haciendo referencia a una situación desagradable y
por lo tanto podríamos catalogarlo como algo negativo. Sin embargo si decimos
que algo se ha realizado con “con dos cojones”, estaremos resaltando que se
hizo con valentía, con arrojo y por lo tanto tendría connotaciones positivas.
Podemos
calificar a una situación o persona de “coñazo” haciendo referencia a que es
pesado o aburrido, pero si, por el contrario, lo calificamos de “cojonudo”
entonces sería una situación o persona fantástica y genial.
Si para
calificar a una mujer la llamamos “zorra” estamos haciendo alusión a que esa
mujer es una “prostituta”, pero si decimos que un hombre es un “zorro”, en ese
caso, aludimos a que es una persona muy astuta.
Creo que estos
ejemplos bastarían para determinar que nuestro lenguaje tiene un marcado sesgo
machista que deberíamos corregir entre todos.
En mi opinión
el lenguaje inclusivo debe ir más allá de decir “todos y todas”, “compañeros y
compañeras”, “amigos y amigas”, etc. La verdadera transformación debe ir
asociada al cambio de significados de algunas expresiones o bien desterrarlas
de nuestro vocabulario definitivamente, a fin de cuentas el español es un
idioma con un léxico abundante para utilizar palabras que signifiquen lo mismo
sin “agredir” a la mitad de la población.
No puede
pretenderse que este cambio se produzca de forma instantánea, será necesario
que transcurran al menos dos generaciones para conseguir desterrar estas
expresiones ofensivas hacia el género femenino pero parafraseando el saber
popular el mejor momento de empezar a hacerlo fue hace veinte años, el segundo
mejor momento es ahora, así que pongámonos a ello.
“Se empieza por ceder en las palabras y se
acaba, a veces, por ceder en las cosas” Sigmund Freud.
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