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jueves, 9 de enero de 2020

CUESTIÓN DE SUERTE.


Mi experiencia laboral con menores tutelados ha conseguido que me dé cuenta que lo que tenemos, lo que no tenemos, lo que podemos llegar a tener y lo que está completamente fuera de nuestro alcance, es cuestión de suerte.
Cuando hablo de suerte no me refiero a que lo mucho o lo poco que hayamos conseguido en nuestra vida no sea fruto de un arduo trabajo y la expresión de grandes sacrificios, sino a la suerte de poder tener la oportunidad de alcanzar una meta u otra.

Todos estamos fuertemente condicionados por nuestro entorno: redes sociales, ingresos, acceso a determinados servicios, horarios, etc., y este entorno es el que determina en gran medida, aunque existen algunas excepciones, el tipo de vida que vamos a llevar.
Si hay un factor que va a condicionar nuestra vida ese es el trabajo. A través del trabajo vamos a percibir unos ingresos que indicará el nivel de vida que alcancemos, si viviremos en una casa grande o en un piso de protección oficial. El trabajo generará una red social de compañeros y compañeras y determinará que aficiones podemos practicar (el sueldo dirá si puedes ir a esquiar los fines de semana o simplemente salir a correr).
El acceso al trabajo estará determinado principalmente por dos condicionantes: la formación que hayamos obtenido en nuestra etapa de estudiantes y la red contactos que podrá facilitar nuestra entrada en una u otra empresa. El caso de la formación está fuertemente relacionado con la importancia y los recursos que disponga nuestra familia (la importancia que le dé a los estudios, si tiene recursos económicos para reforzar las materias que resulten más difíciles, si puede acceder a formación complementaria como valor añadido, etc.). Respecto al acceso al trabajo, la red social que dispongamos, nosotros o nuestro entorno, puede abrir muchas puertas con mayor facilidad que un currículum.

¿Cuantas personas han continuado con el oficio de sus padres? ¿Cuántas personas no tienen ingresos similares a los que tuvieron sus padres? Salvando las distancias históricas ¿no tenemos el mismo nivel de vida que tuvieron nuestros padres? ¿no pertenecemos a la misma clase social?
La movilidad entre clases es prácticamente inexistente, si naciste en la clase trabajadora tienes un altísimo porcentaje de probabilidades de morir siendo clase trabajadora y si naciste en una cuna adinerada tienes las mismas probabilidades de morir perteneciendo a la misma clase social que te vio nacer. Si miramos hacia abajo vemos que podía ser peor, pero si alguna vez miráramos hacia arriba descubriríamos que hay mucho margen de mejora.
“El 90% de los chicos que nacen en hogares pobres mueren pobres por más capaces que sean. Más del 90% de los chicos que nacen en hogares ricos mueren ricos por más estúpidos que sean. Por lo tanto el mérito no es un valor” Joseph Stiglitz. Premio Nobel de Economía 2001

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