Mientras se llenan horas y horas de programas donde se debate abiertamente sobre la amnistía, el posicionamiento de los jueces, etc., el principal medio para el ascensor social, como era la formación, está siendo copada por el sector privado dando cabida a quien pueda pagarla, volviendo a poner en desventaja a aquellos que, por su valía, se ven compitiendo con los que con menos talento acceden a la universidad gracias a la cartera de sus papás.
En los últimos 25 años se han abierto
27 campus privados y ninguno público, y el Ministerio de Universidades tiene
sobre la mesa siete nuevas peticiones para abrir nuevas universidades privadas
más otros tres proyectos que se están barajando para distintas comunidades
autónomas.
Cuando la educación es un negocio, el producto lo obtiene quien lo paga, ejemplos más sonoros serían el del antiguo líder popular Pablo Casado, que en un año, y sin aparecer por clases, aprobó todas las asignaturas de la carrera que llevaba suspendiendo durante los cuatro años anteriores, otro caso relevante sería el del sobrino del Rey, Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, que tras suspender repetidamente segundo de la ESO, consiguió la proeza de, en dos años, terminar la ESO, el Bachiller y una carrera universitaria en Estados Unidos. Mientras tanto, los hijos e hijas de trabajadores y trabajadoras se esfuerzan en sacar la nota suficiente para poder optar a los grados que quieren estudiar, solicitan becas y se esfuerzan en aprobar para poder seguir estudiando el año siguiente, si el ascensor social funcionara como debiera los hijos de las clases populares coparían la universidad, simplemente por el hecho de que son mayoría, y por extensión terminarían ocupando los consejos de administración de las grandes empresas, desplazando a los menos capaces a puestos subordinados.
¿Alguien creía que las élites
económicas del país iban a dejar que sus hijos fueran desplazados de la
posición que ocupan? Que los hijos e hijas de los carpinteros, fontaneros,
camareras, costureras… sustituirían a los hijos de la alta burguesía.
Parece ser que los oficios manuales
no encuentran remplazo que los sustituya, que no existen aprendices, pero la
hija de Amancio Ortega sustituyó a su padre en el Consejo de Administración, no
se fue a coser camisas a un taller y Froilán no ha pisado, ni pisará jamás una
oficina de empleo.
Porque a día
de hoy, valen más los títulos que el conocimiento, los contactos que el
esfuerzo.
“La cultura de la modernidad líquida
ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”
Zygmunt Bauman.
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