Hace unos
días, mantuve una conversación a través de una red social, con distintas
personas de diferentes ideologías, sobre la legitimación del uso de la
violencia. He intentado profundizar tanto en argumentos belicistas como
pacifistas, contrastando con la realidad que vivimos y el uso de la violencia a
lo largo de la historia, consultando autores como Foucault, Arendt u Ortega y
Gasset, que han estudiado el tema en profundidad, intentando sacar una
conclusión que vaya más allá de consignas vacías de significado.
Comencemos
definiendo el término “Violencia”, para la RAE, es: “Cualidad de violento. Acción y efecto de violentar. Acción violenta o
contra el natural modo de proceder”. Esta definición nos lleva a la
definición de “Violento”: “Que está fuera
de su natural estado, situación o modo.”. La definición de la RAE puede
parecer ambigua para analizar el tema que en cuestión, por lo tanto
profundicemos en el concepto, para Foucault la “Violencia” implica ejercer la
fuerza sobre otros con el objetivo de someterlo y para Hannah Arendt
“Violencia” se refiere al daño ejercido sobre las personas por parte de otros
seres humanos. Biblioteca de consulta Larousse, en su diccionario de Derecho
define el término de “Violencia” como “Fuerza
empleada sobre una persona”, en su diccionario de Filosofía como “Fuerza que se ejerce sobre otro y en contra
de la voluntad de éste. Se trata de un atentado contra la libertad ajena, que
puede ejercerse por medios psíquicos o físicos” y en su diccionario de Psicología como “Uso exagerado de la fuerza física o
psíquica en detrimento de la integridad o la dignidad de otra persona”.
Por lo tanto
podemos concluir que para llevar a cabo la “Violencia” debemos ejercer la
fuerza sobre alguien, y esta fuerza puede ser física o psíquica, en el
siguiente texto me centraré en la “violencia física”.
Viendo estas
definiciones podemos comprobar que el término “violencia” es bastante complejo
partiendo de su definición.
A lo largo de
la historia, el uso de la violencia ha tenido un papel relevante, basta ojear
cualquier libro de historia, para observar la cantidad de guerras, rebeliones o
revoluciones, asesinatos, agresiones… que se han sucedido a lo largo de la
historia de la humanidad, y siguen sucediendo. Pero el uso de la violencia no
es determinante en las relaciones humanas, si fuera así hace tiempo que nos
habríamos extinguido.
Esto nos lleva
a hacernos una pregunta ¿Se puede legitimar el uso de la violencia?, la violencia
no es más que un método de coerción que quien ejerce el Poder utiliza para que
quien está sometido a este poder cumpla con lo dictado. Esta idea que puede
parecer compleja está a la vista de todos a diario, ¿o la pistola que lleva un
Policía no es un claro ejemplo de la violencia que puede llegar a ejercer?
Simplemente
con el entrenamiento del ejército o de los distintos cuerpos policiales,
podríamos concluir que el uso de la violencia está justificada como técnica de
control y persuasión cuando quien la ejerce cuenta con un amplio apoyo popular,
representado en los distintos gobiernos encargados de la seguridad y control de
la ciudadanía.
Este concepto
de “organización de la violencia” únicamente tiene sentido si aceptamos la
concepción de Marx del estado como un instrumento de opresión a manos de una
clase dominante.
Por lo tanto
“justificamos” la violencia si es ejercida por quien está erigido en “protector”
de los intereses de la mayoría y la denostamos si es ejercida por quien no
tiene la legitimación popular para ejercerla.
El
entrenamiento de ciertos cuerpos en el ejercicio de la violencia está
legitimado y esperado en sus actuaciones. Arendt, en su Tratado “Sobre la
Violencia” escrito en 1969 narra que: “Cuando la policía y la Guardia Nacional
atacaron a los estudiantes desarmados (en el “Parque del Pueblo”, en Berkeley)
con rifles, bayonetas y helicópteros que arrojaban gas antidisturbios algunos
miembros de la Guardia confraternizaron abiertamente con sus “enemigos” y uno
de ellos llegó a bajar los brazos y exclamar: “No aguanto más”… “Se le sometió
precipitadamente a un examen psiquiátrico y se diagnosticó que padecía de
“agresividad reprimida””.
Por lo tanto
los encargados de ejercer la violencia, no sólo tienen la justificación para
ejercerla sino también la obligación de hacerlo sin cuestionar contra quien la
ejercen.
Pero ¿Puede
legitimarse la violencia contra quienes tienen el poder de ejercerla?
Según Lila
Abu-Loughod todo poder tiene una resistencia que lo contrarresta, para poder
justificar la violencia contra quien tiene el poder la Legitimidad de este
poder debe cambiar de sentido, es decir el Gobierno debe perder la legitimidad
y esta legitimidad debe pasar a manos de quien pretende alcanzar el poder, es
la mayoría popular la legitima y deslegitima estos actos.
Los discursos
pacifistas (mal entendidos) deslegitiman todo uso de respuesta violenta, pero
todos los países cuentan con cuerpos de coerción con capacidad para ejercer la
violencia cuando se considera oportuno, estos “pacifistas” de “citas vacías de
significado sacadas de internet” deslegitiman la violencia contra las fuerzas
coercitivas, no cuestionan la violencia ejercida por estas fuerzas coercitivas.
De todas
formas el uso de la violencia siempre se ha justificado como la última salida
obligada por las circunstancias. Una famosa cita de Fidel Castro “El camino de
la lucha armada no es el camino que han elegido los revolucionarios, es el
camino que los opresores le han impuesto a los pueblos”.
A lo largo de
la historia, cada vez que la violencia ha brotado de los pueblos oprimidos la mayoría de las veces ha generado una
represión el doble de violenta por parte del poder establecido. Por lo tanto
inútil para cambiar el status quo establecido. Cuando la violencia estalla en
el pueblo, es similar a un fuego descontrolado que puede acabar con todo, sin
embargo la violencia organizada y dirigida desde el Poder, es como un
lanzallamas que centra su objetivo acabando con lo que en realidad quiere
quemar.
Una revolución
no tiene por qué imponerse a sangre y fuego, el valor de la democracia es la
oportunidad de cambiar la legitimidad a quien lo merece para que actúe en
beneficio de la mayoría.
Podemos
concluir, una vez analizado la violencia desde distintos puntos de vista que,
para ejercer la “violencia” debe poseerse la legitimidad suficiente y esta
legitimidad es otorgada por aquellos sobre los que se ejerce. Todos los países
han utilizado y utilizan el ejercicio de la “violencia” como método de control
de su población, este método de control es utilizado cuando el resto de métodos
“no violentos” falla, para ejercer la violencia sobre quien tiene las
herramientas necesarias para ejercerla (el Estado), este debe de perder la
legitimidad de quien la otorga. La “violencia” no es una herramienta útil para
luchar contra un Estado, ya que la mayoría de las revueltas/revoluciones
violentas llevadas a cabo a lo largo de la historia han fracasado siendo
reprimidas con más violencia.
“La revolución no es la sublevación contra el orden preexistente, sino
la implantación de un nuevo orden que tergiversa el tradicional”
José Ortega y Gasset.
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