Una mujer es asesinada por su pareja un día sí y otro también, miles de personas se echan al mar intentando esquivar a la muerte mientras huyen del hambre, se bombardean hospitales, escuelas y campos de refugiados sin que haya consecuencias para el que lo hace, el genocidio es un arma de guerra, se condena la guerra pero se siguen vendiendo armas a aquellos que las provocan, todo el que pide la paz es considerado enemigo, el expolio de recursos naturales expulsa a la gente de sus casas, sale más barato contaminar que pagar las multas por hacerlo, la explotación de la pobreza permite que compremos camisetas a tres euros, el cambio climático hace que pasemos de la sequía a las inundaciones… y así, día a día, hasta que lo hemos visto normal.
Decía Eduardo Galeano a la pregunta ¿para qué sirve la utopía? que la utopía sirve para caminar, del mismo modo, podríamos dar la misma respuesta para la distopía, excepto que en vez de ser un motor para avanzar, nos vemos arrastrados a ella, como un niño que sigue al flautista de Hamelin, sin oponer resistencia, sin saber dónde está el límite de lo soportable, y esta es la pregunta realmente importante ¿Dónde está el límite? ¿Cuánta maldad es capaz de soportar el ser humano?
La sobreexposición sobre un tema hace que
dejemos de sobrecogernos. Cuando vemos como las personas son asesinadas, los
niños son mutilados, se habla de legítima defensa para bombardear a población
civil, se invada un país en nombre de la paz, día tras día, empezamos a verlo
con cierta normalidad. Comienzan a oírse comentarios como “Guerras ha habido
siempre”, “siempre ha habido ricos y pobres”, etc., que justifican todo lo que
día tras día consumimos en los telediarios mientras comemos. Otra opción es
dejar de ver los noticiarios, como un niño pequeño que se tapa la cara para que
no lo vean, “ojos que no ven, corazón que no siente”, pero es precisamente eso,
“sentir” lo que nos dota de humanidad.
Decía Mario Moreno Cantinflas, quién
además de un gran humorista era un gran crítico social, que “quién no entiende
lo que está sucediendo es que está bien informado” y la situación actual no hay
quien la entienda.
“Es
durante nuestros momentos más oscuros cuando tenemos que centrarnos en ver la
luz” Aristóteles.
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