Adivina, adivinanza...
Lo primero que se le debe exigir a un político es coherencia, que lo que dice en su discurso sea lo que después demuestra con sus actos, lo segundo debería ser lealtad, a sus ideas, a sus compañeros y compañeras y a las personas que lo votaron.
Otra de las características que debería tener un político es la capacidad de dar un paso atrás una vez que su tiempo ha acabado y no dedicarse a tejer una red de información para confrontar con los que intentan conseguir los mismos objetivos que, en teoría, son los mismos por los que este político luchó. Si en algún momento de su carrera política consiguió escalar a puestos de responsabilidad desde donde poder cambiar las cosas, y no pudo, es injusto que exija a los que llegaron después que hagan lo que él no hizo.
Si este político no hubiera podido aguantar
la presión que supone gobernar, una vez abandonado el cargo, sería de un
cinismo supino dar “lecciones” de cómo debe actuar la persona que lo sustituyó.
De ser así, nosotros, el pueblo, podemos
llegar a la conclusión de que los discursos que dio en su momento estaban
encaminados a conseguir metas personales, alejándose de la coherencia que se le
otorgaba a su discurso y hoy intenta justificar su gestión ante aquellos que
fueron sus votantes.
A veces cuando se alimenta el ego de
manera desmedida, éste reclama cada vez más “alimentos” y hay que estar
colmándolo continuamente, lo que hace que estas personas reclamen una atención
continua exhibiéndose como “salvadores” de vete tú a saber qué, lo que les hace
estar continuamente sermoneando a todos los que no siguen sus “consejos”,
siendo aplaudido por un número impreciso de seguidores fieles y acríticos con
él.
Ante estos políticos solo cabe
contestarles de una forma: si quiere dar sermones que se vaya a una de las
Iglesias (el que quiera entender que entienda).
“Populista
es aquella persona que predica ideas que sabe falsas a personas que sabe que
son idiotas” Henry Louis Mencken
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