Mi profesor de historia del arte durante el bachiller solía decir que tanto si somos creyentes, agnósticos o ateos, la sociedad donde vivimos está repleta de símbolos religiosos y que debemos conocer esos símbolos para entender el mundo que nos rodea. Esa fue una de las motivaciones que me llevó a leer La Biblia, ya que, si debía conocer esos símbolos para poder identificarlos, que mejor que acudir a la fuente original.
La
Biblia, por otro lado, es el libro más vendido de la historia, lo que le supone
cierto interés más allá del estrictamente religioso. Es una lectura que
recomiendo a cualquier persona, independientemente de su credo (o su falta de
él), es una obra fascinante.
Uno
de los pasajes que me parece más interesante se encuentra en el Evangelio según
San Mateo 22:34-40, que transcribo a continuación:
“Aquí
los fariseos – uno de ellos, un intérprete de la Ley – le preguntan a Jesús
para ponerlo a prueba:
`Maestro,
¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?´
Jesús
le respondió:
`Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el primero y el más grande mandamiento.
Y
el segundo es semejante:
`Amarás
a tu prójimo como a ti mismo´
De estos dos mandamientos dependen toda Ley y los Profetas´
Este
pasaje es interesante por varios motivos: en primer lugar, porque Jesús es una
autoridad reconocida por las tres grandes religiones monoteístas del mundo, así
como por los que no profesan ninguna religión: para los judíos es una persona
piadosa conocedora de la ley, para los cristianos es la encarnación de Dios en
la Tierra, para los musulmanes el penúltimo profeta y para los que no profesan
ninguna religión un humanista. En segundo lugar, por el mensaje en sí mismo.
Jesús
reduce los diez mandamientos a dos: Amarás a Dios… y el segundo, lo considera
igual de importante que el primero “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, sin
cumplir el segundo no se puede cumplir el primero. Porque Dios se encuentra en
tu prójimo, o, si queremos hacer una interpretación más teológica, no puedes
amar a Dios si no amas a los demás. Teniendo en cuenta que el “prójimo” es todo
aquel que no somos nosotros, debemos actuar con los demás como nos gustaría que
actuaran con nosotros. Para eso necesitamos practicar la empatía, la
solidaridad, la comprensión, etc. Quizás si todos nos comportáramos siguiendo
estas premisas el mundo sería un lugar un poco mejor.
Puede
que otro día me de por analizar lo que Jesús pensaba de los ricos.
“El hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza
vivir como a Dios le agrada” Papa Francisco
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