Sobre la condena al Fiscal General del Estado se ha escrito mucho y más que se va a escribir. El caso no es baladí y requiere reflexión y conocimiento legislativo para hablar con propiedad.
Es evidente que no todos poseemos el conocimiento necesario sobre la legislación vigente para saber si
la condena es ajustada a derecho o no, para esa respuesta ya existen personas
más que preparadas, que son las que tienen que opinar sobre el tema en este
sentido.
Sin embargo, capacidad de reflexión es
algo de lo que todos podemos disponer y me voy a hacer un análisis sobre lo
sucedido, sin entrar en vericuetos legales con el objetivo de llegar a una
conclusión.
Todo comienza con una sanción administrativa por un fraude fiscal de cinco millones de euros de Alberto González Amador (novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso), hasta entonces un ciudadano completamente desconocido para la inmensa mayoría de la ciudadanía. Miguel Ángel Rodríguez, lanza un bulo (reconocido por él mismo) donde se difunde la falsa información de que la fiscalía le ha propuesto un trato económico para saldar la deuda. Acto seguido, y una vez que el bulo ha sido difundido por los medios de comunicación (que tendrían que revisar su código deontológico), la Fiscalía General del Estado sale al paso en sacar una nota de prensa (de la que se hace responsable el propio Fiscal General del Estado) exponiendo que la situación es completamente inversa, es el abogado de Alberto González Amador quien propone un trato con la fiscalía, para ello hacen público el correo electrónico donde se propone el acuerdo.
De todo esto y tras meses de juicio y
tertulias al respecto, el resultado es la condena dos años de inhabilitación al
Fiscal General del Estado más la compensación económica de 10.000 euros a
González Amador.
El Fiscal General asume su actuación
como mecanismo de defensa de la institución ante los ataques interesados del
entorno de González Amador, en concreto del jefe de gabinete de prensa de la
presidenta de la Comunicad de Madrid.
A esta reflexión me gustaría sumar un
dilema ético: si los periodistas que publicaron la noticia de la fiscalía
declaran en sede judicial que el correo no le llegó por medio del Fiscal
General pero que no van a destapar sus fuentes, acogiéndose a derecho. ¿Cómo se
puede dormir sabiendo que un inocente es condenado por un delito que no ha
cometido? Entiendo el derecho periodístico a reservar sus fuentes, pero la
justicia debería de proteger al inocente por encima de todo.



No hay comentarios:
Publicar un comentario