Leyendo el libro de Luis Arias Azaña
o el sueño de la razón[1],
una biografía del que fuera presidente de la segunda República Española, me ha
llamado la atención un párrafo que me ha hecho reflexionar y trasladarla a la
situación que vivimos actualmente (página 49).
El texto es el siguiente:
“Para que existiese una democracia real hacía falta acabar con el caciquismo
rural. Acabar con él significaba dignificar a los labradores, dándoles la
propiedad de las tierras que trabajaban.”
El texto se encuentra dentro del
capítulo 3 La esperanza republicana
(1931-1933) y en el punto que trata la reforma agraria. En él, lo que el
autor nos quiere decir es que para poder consolidar una verdadera democracia, el
poder debe recaer verdaderamente en el pueblo, y esto no es posible si los
labradores no son libres de elegir a sus gobernantes y son chantajeados por el
cacique local, que les “indica” en qué sentido debe ir su voto si quieren
conservar su trabajo.
Esta situación, planteada en
1932, lejos de solucionarse se ha agravado, la inestabilidad y la precariedad
laboral a la que los trabajadores nos vemos sometidos, gracias a la crisis
económica y financiera que vivimos, ha sido agravada por las dos últimas
reformas laborales aprobadas primero por el PSOE, 2010, y más tarde por el PP,
2012, que disminuyendo los logros sociales conseguidos a lo largo del tiempo
por los trabajadores, han servido en bandeja la patronal los destinos de
millones de personas. Esto no hace más que alejar la democracia de su sentido
originario, ya que destruyéndose empleo fijo y siendo este sustituido por
empleo temporal, el trabajador no puede manifestarse abiertamente por miedo a
perder su puesto de trabajo. Por lo que si trasladamos esta situación a pueblos
pequeños, los generadores mayoritarios de empleo, los caciques, tienen en su
poder las herramientas para decantar a su favor cualquier cuestión, utilizando
el miedo a perder el empleo, para que los trabajadores voten a tal o cual
partido, o se movilicen o no a favor o en contra de una cuestión.
Podemos ver cuan peligroso es
esta situación, ya que deja en manos de los caciques el “gobierno” de los
pequeños pueblos, (en las grandes ciudades funciona de otra manera, aunque también está presente) desvirtuando el sentido de la democracia, y alejándola de la
realidad.
Para poder tomar decisiones realmente libres
nuestras necesidades básicas han de estar cubiertas y el empleo es una de
ellas, ya que de él depende que podamos cubrir las demás.
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