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martes, 11 de febrero de 2014

CACIQUISMO Y DEMOCRACIA

Leyendo el libro de Luis Arias Azaña o el sueño de la razón[1], una biografía del que fuera presidente de la segunda República Española, me ha llamado la atención un párrafo que me ha hecho reflexionar y trasladarla a la situación que vivimos actualmente (página 49).

El texto es el siguiente:
“Para que existiese una democracia real hacía falta acabar con el caciquismo rural. Acabar con él significaba dignificar a los labradores, dándoles la propiedad de las tierras que trabajaban.”

El texto se encuentra dentro del capítulo 3 La esperanza republicana (1931-1933) y en el punto que trata la reforma agraria. En él, lo que el autor nos quiere decir es que para poder consolidar una verdadera democracia, el poder debe recaer verdaderamente en el pueblo, y esto no es posible si los labradores no son libres de elegir a sus gobernantes y son chantajeados por el cacique local, que les “indica” en qué sentido debe ir su voto si quieren conservar su trabajo.

Esta situación, planteada en 1932, lejos de solucionarse se ha agravado, la inestabilidad y la precariedad laboral a la que los trabajadores nos vemos sometidos, gracias a la crisis económica y financiera que vivimos, ha sido agravada por las dos últimas reformas laborales aprobadas primero por el PSOE, 2010, y más tarde por el PP, 2012, que disminuyendo los logros sociales conseguidos a lo largo del tiempo por los trabajadores, han servido en bandeja la patronal los destinos de millones de personas. Esto no hace más que alejar la democracia de su sentido originario, ya que destruyéndose empleo fijo y siendo este sustituido por empleo temporal, el trabajador no puede manifestarse abiertamente por miedo a perder su puesto de trabajo. Por lo que si trasladamos esta situación a pueblos pequeños, los generadores mayoritarios de empleo, los caciques, tienen en su poder las herramientas para decantar a su favor cualquier cuestión, utilizando el miedo a perder el empleo, para que los trabajadores voten a tal o cual partido, o se movilicen o no a favor o en contra de una cuestión.

Podemos ver cuan peligroso es esta situación, ya que deja en manos de los caciques el “gobierno” de los pequeños pueblos, (en las grandes ciudades funciona de otra manera, aunque también está presente) desvirtuando el sentido de la democracia, y alejándola de la realidad.

Para  poder tomar decisiones realmente libres nuestras necesidades básicas han de estar cubiertas y el empleo es una de ellas, ya que de él depende que podamos cubrir las demás.






[1] Arias L.1990: Azaña o el sueño de la razón. Editorial Nerea S.A. Madrid.

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