Cuando cayó el Muro de Berlín, lo hizo hacia el lado izquierdo del arco ideológico, aplastando al sujeto político que había sido el referente para, lo que se conocía hasta entonces el movimiento obrero, la clase trabajadora.
El fin de la utopía comunista que encarnaba la Unión Soviética hizo que los partidos de izquierdas tuvieran que replantearse su objeto de lucha, ya que, tal como preconizaba Francis Fukuyama, estábamos asistiendo al Fin de la Historia.
Desde ese momento, los “ideólogos” de “la izquierda revolucionaria” trabajaron para encontrar un nuevo sujeto político al que representar, ya que la imagen del obrero industrial de “mono azul” había desparecido del ideario colectivo y rememoraba un tiempo ya pasado y que acaba de terminar de desaparecer con la desaparición del Bloque del Este.
La izquierda
en ese momento se dedicó a trocear a la clase trabajadora para convertirla en
un conglomerado de “minorías” en busca de representación, dando por
supuesto que el sistema capitalista había vencido, y el único objetivo a
conseguir era una “dulcificación” del sistema en busca de mejoras para los
sectores más oprimidos, poniendo un clavo más en el ataúd de la utopía
comunista.
Desde ese momento los militantes de izquierdas pasaron a defender causas que luchaban por las libertades individuales y colectivas de distintos grupos como los colectivos LGTBI o ecologistas, la defensa de los servicios públicos que se organizaron en las diferentes mareas: verde, blanca, etc., la lucha por los derechos laborales, firme defensa del feminismo, la república, etc., en relación a la política internacional pusieron su esfuerzo en defender las causas palestina, saharaui, los movimientos antiimperialistas en Latinoamérica, etc., defensa de los migrantes ante los ataques xenófobos y la petición de vías seguras para llegar a Europa, sin entrar a cuestionar que todos tienen como factor común las manos neoliberales que provocan el conflicto.
Esta situación
provoca un conflicto en el militante, ya que debe estar informado de cada una
de los colectivos mencionados anteriormente, construirse un argumentario ideológico
que defienda cada una de sus posiciones para poder justificar su apoyo, lo que
supone un enorme esfuerzo intelectual en una época donde la fugacidad de las
noticias impide poder informarse en profundidad.
Es cierto que, no todas las personas que defienden a cada uno de estos colectivos se consideran de “izquierdas” y existen corrientes neoliberales que defienden la libertad individual de las personas implicadas en las distintas “minorías” confrontando con las tesis de izquierdas.
En cada una de
las manifestaciones que se producen en defensa de las minorías nombradas
anteriormente podemos ver como se repiten las caras de personas que militan
activamente en la izquierda, pero también podemos ver como hay personas que
únicamente se manifiestan a favor del colectivo que defienden, haciendo
flaco favor a la causa colectiva.
Por otro lado,
las personas que pertenecen a las clases populares, preocupadas de
llegar a final de mes, pagar sus deudas, tomarse alguna cerveza de vez en
cuando y poder ir de vacaciones, al menos una vez al año, no se sienten
identificados con estos movimientos, simpaticen o no con ellos, por lo que han
quedado huérfanos de representación ideológica, haciendo que, en muchos
casos, acepten las respuestas simples para problemas complejos, aupando
a los movimientos de extrema derecha, tan en auge en Europa actualmente.
“La
izquierda” (y no me refiero únicamente a los partidos) debería volver a
trabajar para unificar a todos estos colectivos en la esencia de la clase
trabajadora, redefinir el término modernizándolo, empezar a pensar a largo
plazo y no solo en clave electoral.
“Puesto que la élite
empresarial ultrarrica se ha globalizado, también debe hacerlo la clase
trabajadora” Owen Jones.
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