Reflexiones de fin de año.
Si bien los finales de año son propicios para hacer balance del año que termina, este año es especialmente valioso para tal fin. A dos años de que sufriéramos la pandemia del Covid-19, podemos realizar un análisis de las expectativas que teníamos en esos momentos a la realidad resultante que vivimos.
En momentos de crisis sanitarias, toda la sociedad puso en valor el trabajo de todos aquellos sectores que cuidaban de que la sociedad siguiera funcionando, los aplausos de las ocho de la tarde que simbolizaban el agradecimiento que la sociedad sentía, especialmente, hacia los sanitarios mostraban una sociedad cohesionada, paradójicamente, en los momentos en que menos interacción social había.
La pandemia pasó, y volvimos a nuestras rutinas, en ese momento el volcán de la palma estalló, volviendo a generar un manto de solidaridad hacia los habitantes de la isla, las muestras de apoyo fueron masivas, las campañas para que se consumiera plátano de canarias, principal motor económico de la isla, fueron masivas, y a pesar de su precio superior a las bananas latinoamericanas, consumimos mayoritariamente el producto nacional como muestra de apoyo y solidaridad.
Llegó el 2022 y en febrero de este año Rusia invade Ucrania, las muestras de apoyo a la población ucraniana no se hicieron esperar, personas que ponían sus casas a disposición de las personas que venían huyendo de la guerra, autobuses se organizaron para trasladar a lugar seguro a las personas que buscaban refugio. Las instituciones activaron protocolos de protección que no se habían puesto antes en funcionamiento y el pueblo ucraniano sintió el apoyo de toda Europa ante la situación que estaban viviendo.
Pero, al igual
que pasara con la pandemia y con el volcán de La Palma, toda esta solidaridad
se fue diluyendo en el ritmo frenético de nuestro día a día. Los intereses
personales se vuelven a imponer a la solidaridad colectiva, lo que me hace
llegar a las siguientes conclusiones.
El sistema
socioeconómico en el que vivimos nos separa a unos de otros haciendo girar “la
rueda de hámster” en la que vivimos, nuestras preocupaciones no van más allá de
nuestro círculo más cercano, conseguir los ingresos necesarios para seguir haciendo
girar la rueda, tomar una cerveza en un bar y darnos un capricho
esporádicamente, el aforismo del árbol que no deja ver el bosque, se hace más
evidente, en el momento en que tomamos distancia y descubrimos que sólo la
solidaridad hace que todos tengamos una vida mejor.
El maltrato
que está sufriendo la sanidad pública para beneficiar a la sanidad privada, las
ayudas a la isla de La Palma que siguen sin llegar, y las dificultades que está
encontrando la población ucraniana a la hora de encontrar empleo o vivienda no
son noticia, los beneficios de las grandes corporaciones gracias a los horrores
de la guerra, la inflación, la subida de los tipos de interés, etc., son el
resultado de nuestro individualismo.
Decía Margaret
Mead que la civilización comenzó cuando a un miembro de la tribu que no podía
valerse por sí solo había que generarle los cuidados necesarios mientras se recuperaba, del mismo modo
Kropotkin decía que la colaboración era la ley de la civilización. Esperemos
que no tengamos que vernos en otra situación de aislamiento para darnos cuenta
de cuanto nos necesitamos unos a otros. Feliz año.
“Nosotros tenemos que ser el cambio que queremos
ver en el mundo” Gandhi.
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