El tratamiento de la lengua cada vez que se promulga una nueva ley educativa es utilizado como arma arrojadiza por ambas partes del arco parlamentario. Que en España existen cuatro lenguas oficiales está recogido en el artículo 3 de la Constitución Española de 1978, por lo tanto es incomprensible que este sea un tema de debate.
Muchos de los
que se oponen a que en cada comunidad autónoma bilingüe se pueda estudiar en la
lengua vehicular en la que cada alumno se sienta más cómodo, son los mismos que
aseveran que España es indivisible, sin embargo niegan a las partes de España
que tienen unas características diferenciadoras integrarse en el país con sus
propias diferencias, aceptando que España es un país diverso, cada vez más
diverso, cuya realidad cada vez queda más lejos de la “unidad de destino en lo
universal” (que nadie sabe muy bien que significa).
Que España sea
un país con diversas lenguas debería tratarse como un síntoma de
enriquecimiento, ya que denota la diversidad lingüística que tomó el latín
vulgar desde que se asentaron los romanos en la península ibérica. Algo que
realmente es digno de estudio.
Por otro, el Euskera, único idioma en el mundo reconocido como indoeuropeo, sería tratado como una joya en cualquier otro país donde existiera, sin embargo aquí lo tratamos como un signo diferenciador, cuando puede ser un idioma que podría unificar a toda la Europa prerrománica.
Es curioso cómo
cualquier vasco, catalán o gallego puede comunicarse en castellano sin ningún
tipo de problema aunque haya estudiado en su idioma materno (distinto al
castellano), y se siga poniendo a la lengua como objeto de enfrentamiento en
vez de utilizarla para cohesionar el país. Sin embargo aquellos que niegan a
otros a estudiar en su lengua materna ven con buenos ojos que sus hijos
estudien en inglés, francés o alemán.
Si queremos
evitar que existan en España movimientos secesionistas deberíamos empezar por
aceptar a todas las regiones con sus propias características, su propia idiosincrasia
y su propio idioma sin que eso supusiera un problema.
Mientras algunos políticos utilizan la lengua para enfrentar a españoles con españoles, los verdaderos intereses se esconden en otros lares. La gestión económica de centros educativos concertados, mayoritariamente gestionados por la Iglesia, es el fondo de la cuestión. Poner en primer lugar los Centros públicos parece que no ha sentado demasiado bien a los que durante mucho tiempo han utilizado el dinero público para el beneficio de unos pocos.
El idioma como
lengua vehicular es una cortina de humo para que mientras debatimos sobre esta
cuestión se repartan los fondos que deberían ir destinados al sistema educativo
de todos, entre los de siempre aumentando la brecha social existente.
“Tendemos
fácilmente a pensar que lo nuestro es mejor – y puede serlo, pero ésta no es la
adecuada posición mental para entender al otro y su cultura” Carmelo Lisón.