Hace tiempo que la Utopía murió, mataron entre todos y nadie estuvo para salvarla. En un mundo, aparentemente, dominado por los “opuestos”, la muerte de la Utopía provocó el nacimiento de la Distopía.
La Distopía,
en su propia definición ya se presenta como una sociedad indeseable, según la
RAE significa “Representación ficticia de una sociedad futura de características
negativas causantes de la alienación humana”, y hacia ese futuro es el que
parece que vamos caminando de manera global sin frontera que le ponga límite.
El imaginario
colectivo está bien nutrido de pasajes distópicos, de ello se ha encargado la
literatura contemporánea (1984, Un mundo feliz, La Era de la Supernova…) y la
industria cinematográfica (Blade Runner, Guerra Mundial Z, Los juegos del
Hambre…) son tantos los títulos que se ambientan en una sociedad distópica que
sería imposible nombrarlos a todos.
Parafraseando
a Bukowski cuando siempre estás embadurnado en mierda, la gente termina
confundiéndote con una mierda, y eso es lo que hemos hecho con el futuro, lo
hemos embadurnado tanto de “mierda” que ha perdido cualquier atractivo.
El presente tampoco nos facilita albergar muchas esperanzas de un futuro atractivo; el cambio climático augura la desertización del planeta, catástrofes naturales, etc., la tecnología, que venía a facilitarnos la vida, ha “apresado” a una mayoría de la población a la que, a través de sus pantallas, les muestra, que decir, como vestirse, como relacionarse, cuales son los cánones de “éxito” establecidos y en definitiva como pensar, que viene a ser lo mismo que no pensar.
Importantes
intelectuales han avisado y siguen avisando sobre esta situación; Zygmunt
Bauman, Noam Chomsky, Byung Chul Han… pero no han pasado de ahí, analizar el
mundo en que vivimos, haciendo caso omiso de la máxima que dejara escrita Karl
Marx en sus “Tesis sobre Feuebach” donde instaba a dar un paso más en el
análisis de la sociedad y plantear caminos para su transformación.
Hubo un tiempo en el que los pensadores reflexionaban sobre cómo construir una sociedad mejor, las obras de Platón, Aristóteles o Tomás Moro, quedaron como prueba del deseo humano por la construcción de un mundo mejor, dejando la impronta de que la construcción del mismo está en manos del ser humano.
Hoy el futuro
se plantea como una espada de Damocles que nos caerá encima de un momento a
otro.
La naturaleza
humana se siente atraída hacia el desastre, tiene especial predilección sobre
lo negativo, no solo las malas noticias “venden” más que las buenas noticias,
sino que las buenas noticias ni siquiera son noticia, solo hay que ver un
telediario para darnos cuenta de esto.
Urge repensar
el futur, revivir la Utopía, dar el valor que realmente tiene el ser humano
como constructor social, y volviendo a parafrasear a otro de los “filósofos de
la sospecha” dejar de mirar al abismo.
“Cuando
miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti” F. Nietzsche
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