El 4 de diciembre de 1977, yo
contaba con un año de edad, por lo que todos mis recuerdos de ese día vienen de
reportajes de televisión, artículos periodísticos y relatos personales.
Este
año se cumplen cuarenta años de ese 4 de diciembre, fecha en la que el pueblo
andaluz salió a la calle para reivindicar su identidad como pueblo.
Las
manifestaciones fueron masivas y como resultado de aquellas movilizaciones
Andalucía consiguió la autonomía por el artículo 151 de la Constitución
Española, al igual que las nacionalidades reconocidas como históricas, Galicia,
Cataluña y País Vasco.
El
4 de diciembre supuso la prueba de que cuando un pueblo se levanta no hay nada
ni nadie que pueda pararlo.
Pero
¿qué ha pasado cuarenta años después de aquel espíritu de protesta y
reivindicación? Una batalla ganada por el pueblo, ante el discurso de “Andaluz
ese no es tu referéndum” que esgrimía la derecha sociopolítica de entonces.
Los
motivos que hoy nos encontramos para salir a la calle son mucho más fuertes que
los que entonces sacaron a millones de andaluces a la calle: la precariedad
laboral, la bolsa de las pensiones, los recortes en sanidad, educación, la alta
tasa de paro, el cambio de modelo productivo, la corrupción, la violencia
machista, la pérdida de libertades, etc.
Sin
embargo, la desmovilización es generalizada, se ha instaurado la sensación de
que salir a la calle a recuperar lo que nos pertenece por derecho, no sirve de
nada, que nada va a cambiar, que hay mucho que perder y poco que ganar, que no
merece la pena, etc., cualquier excusa es buena para eludir la responsabilidad
histórica de impedir que nuestros hijos vivan peor que nosotros.
La
protesta, en el caso de haberla, es sectorial; cada gremio laboral intenta
reivindicar sus derechos, independiente del resto, la respuesta de los
compañeros de otros gremios son la crítica y el desánimo.
En
los últimos tiempos hemos vividos diferentes huelgas de distintos gremios con
similares resultados, pongo dos como ejemplo:
Las
huelgas en educación tuvieron un seguimiento desigual, y fueron combatidas por
el gobierno con una campaña de desprestigio de los profesionales de la
educación que caló en una amplia parte de la sociedad.
Las
huelgas en sanidad fueron igualmente importantes, las políticas de
privatizaciones siguen su curso, y el gobierno utilizó la misma estrategia que
con los profesionales de la educación.
El
resultado de ambas movilizaciones fue la no consecución de los objetivos
propuestos y la frustración y el desánimo ha calado en estos profesionales a la
hora de volver a reivindicar sus derechos.
La
sanidad y la educación pública son sectores que nos afecta a todos por igual,
ya que las clases más adineradas no la necesitan, tienen dinero suficiente para
poder pagarlo en el sistema privado.
Que
distinto sería todo si nos uniéramos en busca de una mejoría en los servicios
públicos, pero es más fácil criticar al que lucha y si consigue sus objetivos
después poner la mano.
Ese
ente etéreo llamado “Sistema” responde a todas las movilizaciones con la máxima
“Divide y vencerás” a lo que debemos responder con “El pueblo unido jamás será
vencido”.
Han
pasado cuarenta años de aquel 4 de diciembre, sin embargo esa fecha estará para
recordarnos que la fuerza del pueblo unido por un objetivo común genera un
poder tan grande que no hay nada que pueda pararlo.
Salud.
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