El pasado 17 de febrero, en el Comité Ejecutivo del Partido Popular, su Presidente, Pablo Casado, anunciaba el traslado de su sede nacional situada en la Calle Génova 13, con la intención de romper con el pasado del partido, ya que veía un inconveniente continuar en una sede cuya reforma está siendo investigada por pagos provenientes de prácticas de corrupción.
Esta decisión ha provocado que corran
ríos de tinta en todos los medios nacionales, incluso algunos periodistas han
calificado la operación de “cortina de humo” para esconder los malos resultados
en las elecciones en Cataluña, si ha sido así, les ha salido realmente bien.
De todas formas habría que mirar más
allá de la futura mudanza de los populares, esta situación evidencia una vez
más una característica de nuestra sociedad que considero realmente preocupante.
¿Cómo es posible que cambiando los
símbolos se pretenda cambiar la esencia? La sede nacional de los populares es
sin duda uno de los símbolos del partido, todo el mundo relaciona el número 13
de la calle Génova con el Partido Popular, si me apuran con el centro-derecha
ideológico español, aunque también es cierto que se asocia a Bárcenas, Rajoy,
Gürtel, Kitchen… pero está lejos de ser la esencia del Partido Popular.
La esencia está en las bases
ideológicas que dirigen sus acciones, las propuestas que plantean, o su visión
de país, sin embargo nada de esto ha sido discutido como motor del pretendido
cambio al centro que pretenden llevar a cabo en sus políticas.
Existe una paradoja que viene muy
bien para ilustrar esta situación: Si cambio los asientos de mi coche ¿sigue
siendo mi coche? La mayoría responderán que sí ya que “la esencia” del
coche sigue siendo la misma, pero ¿y si un año después cambio el volante?
La respuesta seguirá siendo la misma, pero ¿y si además pasado un año le
cambio el motor? La respuesta empieza a complicarse, pero además le
cambiaremos el chasis… y así indefinidamente, ¿cuándo perderá “mi coche” su
esencia original?
Zygmunt Bauman (autor que cito a menudo) expone una descripción de la sociedad actual donde lo inmediato, lo superficial y el cortoplacismo se posicionan en la cúspide de los valores que dirigen nuestros pasos. Sin duda esta sociedad ha perdido el valor de la reflexión sosegada, el análisis crítico y el valor de la esencia de las cosas.
Hoy día parece más importante el
papel que envuelve el regalo que el propio objeto que se regala. Como dijo
Galeano vivimos en la “cultura del envase”, y así nos va.
“Vivimos en un mundo donde el funeral
importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el
intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido”
Eduardo Galeano.
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