Sísifo, fue un rey griego, que según la mitología clásica, fue castigado por los dioses a tener que subir una enorme piedra hasta la cima de una montaña, una vez allí la piedra caería hasta la ladera y tendría que subirla de nuevo, así hasta el fin de los tiempos. Sísifo cumplía su castigo empujando la enorme piedra y cuando llegaba a la cima observaba como ésta rodaba de nuevo hasta la ladera de la montaña para volver a iniciar el proceso, no existía recompensa a su esfuerzo, simplemente la monotonía de repetir el proceso una y otra vez.
Sísifo no cuestiona su castigo, no se
rebela contra los dioses por un castigo tan cruel, simplemente lo realiza lo
mejor que puede, poniendo todo su esfuerzo en alcanzar una meta que no llegará.
Existen múltiples versiones de cuál
fue la ofensa a los dioses por la que Sísifo fue castigado, pero lo interesante
es la crueldad del castigo, no es el esfuerzo físico de tener que empujar la
pesada piedra en lo que se fundamenta el castigo, no hay promesa de una
recompensa por realizar el trabajo, no se le promete redención por su falta, el
verdadero castigo, se encuentra en la monotonía del trabajo y la seguridad de
que nunca conseguirá el objetivo de llevar la piedra a la cima de la montaña,
sino que irremisiblemente ésta volverá a caer para volver a empezar.
Quizás no cuesta tanto imaginar una actividad que se repite continuamente y llegado el momento hay que volver a repetir de forma indefinida, sin que esta promueva ningún cambio en nuestra situación actual, sin que modifique nuestros hábitos y nuestra forma de vida, el despertador nos recuerda que debemos levantarnos a cargar con nuestra particular piedra para volver a repetir el mismo trabajo día tras día.
¿Cuántos Sísifos hay en la
actualidad? ¿Cuántas personas ven como sus esfuerzos no obtienen recompensas? ¿Cuántas
personas existen atrapadas en actividades monótonas que no tienen sentido? ¿Cuántas
de estas personas cuestionan su situación?
Puede que alguien piense que este es
un artículo demasiado pesimista, a otros les planteará cuestiones existenciales,
pero puede que debamos preguntarnos, no sólo por qué hacemos lo que hacemos, sino
también para qué lo hacemos, combatir el absurdo está en dar respuesta a estas
preguntas.
“La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un
comienzo” Albert Camus
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