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miércoles, 2 de diciembre de 2020

SEMBRAR PARA RECOGER

             Una de las personas que más valoro en esta sociedad en la que vivimos es aquella que es capaz de plantar un árbol sabiendo que nunca se cobijará a su sombra. Plantar un árbol requiere un enorme sacrificio ya que además de elegir el terreno apropiado, una vez plantado, hay que cuidar el pequeño esqueje, evitar que se incline, regarlo, protegerlo de los embates de los elementos meteorológicos, cuidarlo de las posibles plagas, esos pequeños elementos que intentan aprovecharse del tierno tallo de lo que será un gran árbol, evitar que otros vengan a destruirlo, a tronchar sus jóvenes ramas, contaminar el terreno donde está plantado, y tras el paso de los años y la persona que lo plantó desaparezca, muchos serán los que vengan a refugiarse bajo su sombra, nadie conocerá quien fue la persona que lo plantó, es más, muchos pensarán que siempre ha estado ahí y que creció de forma espontánea sin recibir cuidados y protección cuando era un pequeño esqueje. El árbol durará cientos, quizás miles de años, dando sombra a todas aquellas personas que la necesiten y nadie recordará a aquel que un día lo plantó, lo cuidó y facilitó que creciera, y lo mejor de todo es que esa persona sabía desde un principio que no disfrutaría de su sombra ni vería como generación tras generación se cobijaría bajo él, y aun así lo plantó.


Las conquistas sociales se han producido de manera similar, hoy damos por hecho que tenemos derecho a vacaciones, seguridad social, educación pública, derecho a elegir a nuestros representantes, un sueldo digno, a una pensión que nos permita disfrutar del descanso de la vejez, etc., parece que estos derechos han estado ahí siempre, sin embargo, nadie recuerda a las miles de personas que lucharon y, en muchos casos, se dejaron la salud y la vida por conseguirlas, muchas de estas personas no pudieron disfrutar de estos derechos, muchos no pudieron disfrutar de la sombra que nos cobija ahora, sin embargo lucharon por conseguirlos.


Vivimos en una sociedad donde el individualismo se ha apropiado de todas las facetas de la sociedad, donde cada uno intenta salvarse solo, sin pensar si lo que hace mejorará a las generaciones venideras, cada vez es más necesario pensar más en “nosotros/as” y menos en “yo”, cada vez son más necesarias esas personas dispuestas a luchar por mejorar la sociedad a costa de que ellos no puedan disfrutar de los frutos de su lucha. Es una situación injusta, pero es la única que ha conseguido que la sociedad avance, se consigan derechos y se aumente la calidad de vida de la mayoría social.


Hoy, al igual que ayer, necesitamos personas que sean capaz de plantar árboles sabiendo que su esfuerzo no será recordado, que muchos intentarán impedir que el árbol crezca, otros intentarán sacar provecho personal de las cualidades del árbol, otros intentarán hacer que cambie de dirección y otros contaminarán el terreno con el único objetivo de que el árbol muera, para conseguir que el pequeño árbol se convierta en una árbol grande y fuerte es necesario ser constante, persistente, aplicar las medidas adecuadas, podarlo cuando sea necesario, etc., y todo esto sabiendo que nadie te recordará por haberlo plantado y dará igual porque el objetivo era que todo el que quisiera pueda sentarse a su sombra.

“La clase trabajadora se ha organizado en el pasado para defender sus intereses; ha exigido que se le escuche y arrancado concesiones de manos de ricos y poderosos. Por mucho que se le ridiculice o ignore, volverá a hacerlo” Owen Jones.

martes, 18 de junio de 2019

¿DÓNDE ESTÁN LOS SINDICATOS?


¿Dónde están los sindicatos? Esa es una pregunta habitual que todos oímos cuando aparece un conflicto que afecta al conjunto de los trabajadores y trabajadoras, sobre todo si afecta al poder adquisitivo de los mismos. Pero la pregunta debería ser otra, una pregunta que no culpe a un ente impersonal y nos exima de responsabilidades al conjunto de los afectados.
Los sindicatos tienen su origen como respuesta a los desmanes del proceso de industrialización en los siglos XVIII y XIX en Estados Unidos e Inglaterra.

Según la Real Academia de la Lengua Española la definición de sindicato es “asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de sus intereses”. La definición de “sindicato amarillo”, un término menos popular que el anterior, también viene recogida por la RAE siendo su definición “Organización sindical cuyo objetivo es minar la acción reivindicativa de los sindicatos obreros”. La conclusión que podemos llegar es que si existen los “sindicatos amarillos” es porque la acción de los sindicatos obreros es realmente efectiva, si no fuera así no hubiera sido necesaria su aparición.

Los sindicatos surgen como respuesta a la necesidad de unidad de la clase trabajadora para defender sus intereses y es en la unión donde reside la fuerza de los trabajadores y trabajadoras, pero en la actualidad el individualismo impuesto por el sistema capitalista, ha relegado la función sindical a un recurso legal cuando tenemos un problema laboral.
Pero los sindicatos están formados por personas y estas personas son los referentes en la defensa de los derechos laborales, lamentablemente la tasa de trabajadores afiliados a sindicatos es bastante bajo, lo que ha provocado la desprotección de la clase trabajadora ante los desmanes del sistema[1]. Curiosamente los países nórdicos, donde los derechos de los trabajadores están más protegidos es donde mayor porcentaje de sindicación hay.

Tenemos que dejar de pensar como nos “han vendido” los sindicatos y empecemos a actuar, que cuantos más fuerza tengan los sindicatos más fuerza tendrá la clase trabajadora a la hora de defender sus intereses.
Podemos encontrar un millón de argumentos para vilipendiar a los sindicatos, también podemos encontrar un millón de argumentos para no afiliarnos a un sindicato, pero si los sindicatos se nutren de trabajadores y trabajadoras y proponemos, actuamos y nos movilizamos será más difícil que trepas y arribistas vean el movimiento sindical como un sector donde medrar profesionalmente traicionando a aquello que deben defender.
Quizás la pregunta sea ¿dónde está la clase trabajadora? el sistema nos ha individualizado tanto que hemos perdido la conciencia colectiva de clase. Pero no os engañéis, el individuo es un ser frágil y vulnerable, la unión hace la fuerza, no es casual que la traducción de “sindicato” en inglés es “labor union”.
“El derecho a huelga se consiguió haciendo huelgas, el de reunión, reuniéndose, el derecho de asociación, asociándose, y todos estos atributos de la libertad, es únicamente la acción de las masas la que puede acabar imponiéndolos” Marcelino Camacho.



[1] https://www.ednh.news/es/la-tasa-de-afiliacion-sindical-en-europa/

martes, 26 de febrero de 2019

RELACIÓN “TRABAJADORES-EMPRESA”


Que la inmensa mayoría de la población debe trabajar para poder comer, es una realidad, dicho de otro modo, debe vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Esta es una de las características propias de la “clase trabajadora”, da igual que trabaje de administrativo/a, de albañil, jornalero/a o maestro/a.
Lo significativo es que la clase trabajadora, debe vender su fuerza de trabajo al precio que le imponga la entidad que le va a pagar, y sólo unos pocos privilegiados pueden decidir cuál es valor de su trabajo.

Cualquier trabajo debe estar retribuido por un sueldo, y ya seas maestro/a o jornalero/a tu sueldo estará estipulado por la persona o personas que van a pagarte.
Esto genera un conflicto de intereses, ya que si bien, los funcionarios públicos tienen su sueldo estipulados por la administración independientemente de cuál sea el valor de su trabajo, los trabajadores/as por cuenta ajena difícilmente pueden ponerle valor a su trabajo sino que es la empresa la que estima cuánto vale el trabajo.
Esta estimación no se hace en función de la capacidad de producción que puede generar ese trabajador/a, sino en función de los márgenes de beneficio que puede generar para la empresa, por lo que el sueldo se contempla como un gasto, no como una inversión.
Son las grandes empresas las que marcan el salario, haciendo que las pequeñas empresas les sigan para poder competir en el mercado.

El trabajador/a, como ser individual, no tiene capacidad negociadora para poder inclinar, aunque sólo sea un ápice, la balanza a su favor y sólo puede aceptar o rechazar las condiciones que la empresa le ofrece.
Esta situación no es nueva para la clase trabajadora, es más, este es el origen que culmina con la creación de los trabajadores como “clase social”: su relación con los medios de producción y la forma en que obtienen sus rendimientos económicos.
De ahí la importancia del movimiento sindical, la unión de los trabajadores en sus reivindicaciones puede determinar un espacio de negociación entre los “retribuidores y retribuidos”, ya que la relación empresa-trabajadores es una relación simbiótica, porque una no existe sin la otra y ambas se necesitan entre sí.

Consciente de que la fuerza de los trabajadores/as radica en su unión, el sistema ha potenciado el individualismo como ideal social y ha generado paradigmas de éxito en personajes banales que se encuentran fuera del sistema productivo cuya popularidad es efímera y cuando uno se agota se “construye” otro con el mismo perfil.
Por eso debemos unir nuestras fuerzas, a nivel sindical, asociativo o de cualquier manera que se identifique a los trabajadores como grupo de presión para poder controlar nuestro destino y así dejar de ser marionetas de quien sólo quiere explotarnos.
“Un trabajador feliz, es un trabajador productivo” George Elton Mayo