En el año 2000 el escritor alemán Gunter Grass
y el sociólogo francés Pierre Bourdieau mantuvieron una polémica en la que
Grass echaba en falta el uso del humor en el estudio sociológico que había
coordinado el francés titulado La miseria del mundo. Bourdieu defendía
la tesis de que no puede haber humor en la tragedia, después de varias
argumentaciones de ambos el escritor alemán terminó sentenciando “La risa infernal desencadenada por medios
literarios es otra manera de protestar contra las condiciones sociales que
vivimos”.
Esta sentencia del premio nobel de literatura Gunter Grass, viene a colación de la
polémica suscitada a raíz de los chistes sobre el atentado llevado a cabo por
ETA que acabó con la vida del entonces presidente del Estado Carrero Blanco,
mano derecha del Francisco Franco, dictador que dirigió el destino de España
durante cuarenta años y que de no haber sido así, posiblemente la democracia
hubiera tardado más en llegar a nuestro país, según la mayoría de los analistas
políticos e historiadores.
Hace unos años
hubiera sido impensable que unos chistes, hubieran acabado con el chistoso/a en
el banquillo de los acusados y mucho más inaudito que hubiera terminado con una
condena a sus espaldas, pero en la actualidad esta situación parece de lo más
normal.
Lejos de
acabar con la situación, la condena a Cassandra, que así se llama la joven
estudiante de historia que se le ocurrió hacer los chistes, los chistes del
finado fascista se han multiplicado, incluso desde el perfil twitter de Alberto
Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida, el jueves 30 de marzo advertía “En
@iunida nos sabemos unos cuantos chistes sobre el fascista de Carrero, y los
vamos a poner”, para acto seguido publicar una retahíla de chistes de Carrero,
y haciéndose eco del reto miles de personas en todo el Estado desafiando a la Audiencia
Nacional. Incluso un vecino de Valladolid se autoinculpa en comisaría por
enaltecimiento del terrorismo en solidaridad con Cassandra.
La situación
social actual, con unos índices de desempleo enormes, con un aumento de la
pobreza en todo el país, y una Ley Mordaza ejerciendo una actividad represiva
desconocida en cuarenta años de “democracia”, han hecho que la población, harta
de aguantar, utilice el humor como método de protesta, haciendo efectiva la
frase de Gunter Grass con la que he iniciado este artículo.
Parece
inconcebible que se pueda juzgar a nadie por enaltecimiento del terrorismo por
hacer un chiste. Existen millones de chistes con temáticas: racistas,
machistas, xenófobos… y no he oído nunca que juzguen a alguien por apología de
la violencia de género por hacer un chiste machista, que por cierto existen
millones.
El problema es
que cuando pones todo tu interés en reprimir a tu población pierdes hasta el
sentido del humor, y la audiencia nacional ha convertido algo anecdótico en un
foco de protesta del que aún no hemos salido, haciendo que el almirante haya
tenido una carrera meteórica, llevándolo a las alturas de la fama para una
generación que no sabía quién era, sin parar de subir, convirtiéndolo en
Trending Topic, se podría decir que lo han lanzado al estrellato.
Podríamos
decir que Cassandra se ha convertido en la Rosa Park española iniciando una
campaña, a su pesar, a favor de la libertad de expresión y la utilización del
humor como método de protesta.
La Audiencia Nacional ha olvidado que poniendo
el foco de atención en algo lo han multiplicado y han provocado reacciones que
habrían pasado desapercibidas en la inmensidad de la red.
Aunque las
cosas no tengan gracia, es bueno reírnos de ellas, y quizás alguna vez las revoluciones
se hagan contando chistes, matando a los enemigos de risa.
Salud.
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