“Cabalgar
contradicciones” es uno de los principales caballos de batalla con los que
tiene que lidiar los partidos que se sitúan en la izquierda ideológica cuando
asumen la responsabilidad de gobierno en cualquiera de los organigramas del
Estado, desde el Ayuntamiento hasta el Gobierno de la nación.
Pero, ¿donde
se sitúa la delgada línea que separa la gestión de una contradicción ideológica
con la renuncia de tus propios principios?
En primer
lugar, habría que aclarar que un sistema socioeconómico basado en los
principios del liberalismo económico y la democracia burguesa, no puede más que
generar contradicciones en la gestión, ya que el “encorsetamiento” al que se
somete a las instituciones están destinadas al mantenimiento de estas
estructuras, principalmente en el nivel legislativo y en el nivel económico.
En segundo
lugar, a día de hoy, no se dan las circunstancias sociales que provoquen la
ruptura del sistema.
Por lo tanto,
dichos partidos de izquierdas, no pueden más que, con las “herramientas”
proporcionadas, dulcificar o suavizar, los desmanes propios del capitalismo. Y
es ahí donde se producen las contradicciones.
Son muchos los
principios ideológicos los que definen a una organización o persona como
“izquierda”: defensa de los servicios públicos, pacifismo, republicanismo,
laicismo, defensa de los derechos laborales, anticapitalismo, entre otros.
Es evidente
que, en un sistema como el actual, la pureza ideológica, ni es práctica ni es
útil.
Todos estos
principios los vamos numerando en orden
de importancia en nuestro subconsciente, estableciendo el orden de prioridades
y marcando algunos de ellos como irrenunciables. Estos principios pueden
ordenarse de tantas formas como personas y organizaciones existen. Y son las
propias organizaciones y personas las
que determinan cuales son las líneas rojas que no están dispuestas cruzar, lo
que sería “traicionar sus principios”.
Se corre el
riesgo, que de ser tan flexible en el pragmatismo, los principios ideológicos
dejen de ser el faro que nos guíe a los objetivos marcados y entonces estas
organizaciones sean absorbidas por el sistema, pasando a ser un pilar más que
lo sustente.
Existen miles
de ejemplos que demuestran como partidos políticos considerados de izquierda
han terminado renunciando a todos sus principios: favorecer la inclusión del
sector privado en los servicios públicos con los conciertos en sanidad y
educación, la entrada en la OTAN, ser republicano pero comprometido con la
monarquía, ser laico pero perpetuar el concordato con el Vaticano, la puesta en
marcha de una represora reforma laboral, asumir el capitalismo como modelo
económico… ¿saben de qué partido le hablo? Pues eso.
Hay que tener
presente, que los nuevos partidos aparecidos en el marco ideológico de la
izquierda, una vez han alcanzado el gobierno, sobre todo a nivel municipal,
tienen que cabalgar contradicciones, es lícito, pero han de tener cuidado de que
no le suceda como al “partido centenario” y termine convirtiéndose en la versión
2.0 de la socialdemocracia europea.
“La ideología es el cemento de la estructura”
Louis Althusser
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