Que el fútbol
levanta pasiones está fuera de toda duda. Estamos acostumbrados a ver a los
aficionados de todos los equipos exaltarse, disfrutar, sufrir, animar durante
los noventa minutos que dura el partido, en muchos casos esta pasión trasciende
al tiempo de duración del partido y sirve de bromas, chanzas y pitorreo para el
aficionado del equipo rival con el que se comparte lugar de trabajo, amigos,
etc.
El fútbol, al
igual que otra afición, sirve para desconectar y evadirnos de los problemas
cotidianos que día a día rondan en nuestra cabeza.
Todos los
participantes de este “deporte” son objetivos para la proyección del estado de
exaltación que provoca: los jugadores, los aficionados rivales, y como no, los
árbitros que dirigen las normas del juego.
Hasta aquí
todo normal. Pero la práctica del fútbol no se ciñe al mundo de los adultos,
son muchas las categorías de escalas inferiores que cada semana juega su
partido y que son un reflejo de lo que podemos ver en el fútbol senior
(profesional y amater), por lo que es fundamental analizar el comportamiento de
los adultos y la imagen que estamos proyectando hacia los menores cuyo único
fin debería centrarse en disfrutar de la práctica deportiva.
La semana
pasada, durante un partido de la categoría de cadetes (14 y 15 años), al día
siguiente del partido, un joven arbitro de 17 años sufrió amenazas e insultos
por parte de la afición de uno de los equipos porque el resultado no fue de su
agrado.
Este joven arbitro
al que habría que valorar la valentía de exponerse a la crítica, de recibir los
insultos que cualquier arbitro recibe durante el partido y no pretender ser uno
de los protagonistas (nuestro sistema social ya nos ha mostrado que los
protagonistas son los futbolistas), ha tenido que aguantar que a través de las
redes sociales le hayan amenazado, insultado, vilipendiado…, por el simple
hecho de tener la valentía de arbitrar un partido de fútbol.
Es de una
ética cuestionable insultar a los adversarios y al trío arbitral durante un
partido, aunque se justifique como medio para la liberación de nuestras
pasiones, pero hacerlo en un partido de niños de 14 y 15 años debería de ser
totalmente intolerable, pero el hecho de que al día siguiente, una vez los
instintos primarios han vuelto a reposarse en nuestro ser y volvemos a la
normalidad del día a día, utilizar los medios de comunicación actuales, como
Instagram, Facebook o Twitter para amenazar o insultar debería de conllevar una
pena ejemplarizante.
Qué triste ha
de ser la vida de aquel o aquellos que ven en un partido de adolescentes un
problema de tal magnitud que les lleva a transgredir la ley.
“El respeto que le das a los demás es un
claro reflejo del respeto que te das a ti mismo” Buda.
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