Llega el mes de diciembre, y a pesar de que el final de año no deja de ser una construcción cultural, este mes es propicio a profundizar en los aprendizajes que nos ha proporcionado el año que se extinguirá en pocos días y llevar a cabo reflexiones sobre nosotros mismos (al menos en mi caso) antes de que comencemos a proponernos nuevos (o viejos objetivo) para cumplir en el año que está por entrar.
Mis reflexiones me han llevado al
hecho de escribir, con mayor o menor acierto, en distintos medios de
comunicación, y me atrevo a compartirlas con todos los que quieran leerlas.
Escribir te hace vulnerable ante los demás, ya que expones tus ideas, pensamientos, reflexiones, con el único objetivo de compartir con los demás un poco de ti mismo. A veces me sorprendo de los comentarios que recibo, ya que, en algunos casos, las conclusiones a las que llegan los lectores están a años luz de lo que he querido expresar, pero claro, el lector puede, debe y tiene la libertad de sacar sus propias conclusiones, pudiendo “juzgar” mi manera de escribir, pero yo, como autor, soy incapaz de valorar su forma de leer y de comprender lo leído.
Es evidente que cualquier escrito (excepto los estrictamente científicos) incluye parte del autor, su forma de pensar, de ver el mundo, sueños, etc., lo que en educación se llama “el currículum oculto”, también es cierto que todos y cada uno de nosotros y nosotras somos más de lo que los demás pueden ver de nosotros en un texto, pero no solo el autor tiene su “currículum oculto” sino que también el lector tiene el suyo, y entiende lo que lee en función de su propia forma de entender el mundo, sus prejuicios y la idea preconcebida que tiene del autor del texto.
Cuando estudiaba literatura en el
instituto y me veía obligado a realizar comentarios de texto de autores
clásicos, siempre pensaba si estaría de acuerdo Juan Ramón Jiménez (por
ejemplo) con todo lo que se supone que quiere decir este poema, o por el
contrario pensaría – “¡no era consciente yo de todo lo que expresaba!”.
En definitiva, concluiría diciendo
que escribir nos hace vulnerables, que una cosa es lo que el autor escribe y
otra lo que el lector entiende, y que la imagen mental que nos hacemos de un
autor puede distar mucho de su propia realidad. Asumo en este texto, las
características de ambos roles, las de autor y las de lector, el año que viene
procuraré marcarme como objetivo pulir estos prejuicios.
“¡Triste época la nuestra! Es más
fácil desintegrar un átomo que un prejuicio” Albert Einstein.
Manuel Carmona Curtido
No hay comentarios:
Publicar un comentario