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miércoles, 19 de marzo de 2025

PALABRAS QUE INCLINAN LA BALANZA

 El uso de determinadas palabras condicionan nuestra percepción de los hechos.

Las palabras definen y limitan el mundo que conocemos, así que, cuanto más rico sea nuestro vocabulario, más amplia será la concepción del mundo que nos rodea. Cada una de las palabras que conocemos están dotadas de matices que perfilan su significado y genera ideas y pensamientos concretos perfilados por los detalles que separan una palabra de otra con un significado similar.

Es por todo esto que debemos estar atentos al uso del lenguaje ya que a través de él se transmiten, ideas, valores, y nos predisponen hacia un posicionamiento ideológico concreto.

Durante la tregua de la guerra en Gaza, hemos visto como Hamás liberaba a una serie de personas de las que había “secuestrado” a cambio de que Israel liberara a otro número determinado de personas que había “detenido”. Este hecho me ha llamado la atención, ya que si el verbo secuestrar está definido por la RAE como “Retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o por otros fines”, el verbo detener se define en su tercera acepción como “privar de libertad (a alguien) la autoridad competente, encarcelándolo”[1].

En ambos casos, se trata de privar de libertad a alguien y en ambas definiciones se hace hincapié en la legitimidad para llevar a cabo una u otra acción, y en ese matiz es donde se busca inclinar la balanza de las simpatías hacia uno u otro bando, ya que, si bien el secuestrador no tiene legitimidad para hacerlo, quien detiene, si la tiene, al ser una autoridad competente. Pero vayamos a los hechos concretos.

En un informe publicado por Amnistía Internacional el pasado 18 de julio de 2024[2] (antes del comienzo de la guerra en Gaza) se pone de manifiesto como Israel detiene masivamente y arbitrariamente a población palestina sin causa judicial pendiente. Si nos atenemos a las definiciones ¿Dónde queda la legitimidad para llevar a cabo estas acciones? 

Entiendo que si las personas retenidas por Hamás son, indiscutiblemente, un acto de secuestro, del mismo modo y por los mismos motivos, las personas retenidas por Israel son víctimas de secuestro por parte del Estado israelí.

Usar un término u otro para definir una acción similar, no es otra cosa que un intento de legitimar una acción y deslegitimar otra, con el objetivo de dirigir la balanza hacia uno u otro bando.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein

jueves, 17 de mayo de 2018

DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA.


Hace poco tiempo que he terminado de leer “En la oscuridad. Diez meses secuestrado por Al Qaeda en Siria” de Antonio Pampliega, periodista que algunos lo conoceréis por el programa que emite Cuatro con el nombre de “Informe Pampliega”. El libro es desgarrador, cuenta con todo lujo de detalles lo vivido por el periodista durante los diez meses que estuvo secuestrado por Al Qaeda en Siria, los hechos que acaecieron previamente al secuestro, y como la soledad, las vejaciones, las mentiras y la tortura van minando la moral de una persona hasta el límite de intentar quitarse la vida para escapar de tanto sufrimiento.
La sobrecogedora lectura de este libro me ha hecho recordar otro libro que leí el año pasado y que me ha llamado la atención las similitudes en la historia con el libro del periodista español. Se trata de “Guantánamo, prisionero 325, Campo Delta” de Nizar Sassi, un joven francés que fue detenido ilegalmente (lo que es un eufemismo de secuestrado) por los Estados Unidos durante 44 meses en la prisión de Guantánamo. La historia que relata Sassi es muy similar a la de Pampliega con la diferencia que esta es provocada por un Estado Soberano y no por un grupo terrorista, a veces la línea que separa el uno del otro es demasiado difusa.

No voy a ahondar en los detalles más escabrosos como la descripción de las torturas a las que fueron sometidos, o la descripción de los lugares, recomiendo ambos libros para quien quiera profundizar en el tema.
Pero sí me gustaría compartir los aspectos comunes de ambas historias:
Los dos protagonistas son privados de libertad sin que mediara un juicio justo, ni una condena, sin defensa posible y sin saber de qué se les acusaba realmente. La situación de incertidumbre que viven, puede descubrir límites personales ni tan siquiera imaginados previamente, el miedo a que pasará.
Ambos encuentran la fuerza suficiente para resistir en el recuerdo de sus familias, que se hace presente en los relatos, tanto Sassi como Pampliega se describen a sí mismo como personas que previamente no tenían un fuerte apego a su familia, pasaban fechas familiares significativas fuera de casa… pero sin embargo, cuando se ven privados de libertad, sus principales recuerdos son los pasados con la familia y el arrepentimiento de no haber pasado más momentos junto a sus seres queridos seguido del miedo de no volver a verlos.
 Antonio Pampliega
Nizar Sassi
Otro dato que me ha llamado la atención y que es común a los dos relatos, es que ambos protagonistas no se consideran personas excesivamente religiosas, pero que durante los meses de secuestro la “presencia de Dios” les ayuda a mantener el halo de esperanza. La afirmación religiosa durante el secuestro denota las peculiaridades religiosas de cada individuo como una afirmación identitaria contra los captores. Sassi de origen francés pero de ascendencia tunecina, refuerza su identidad musulmana durante los meses que pasó cautivo, igualmente Pampliega, español y de tradición católica, refuerza su identidad religiosa como resistencia a la presión de los captores ejercían sobre él. Podemos llegar a la conclusión que en un estado de mucha presión donde la ansiedad es el estado habitual y donde no podemos recurrir a otros semejantes para aliviar nuestros sentimientos, recurrir a un ser superior “todopoderoso” puede ayudarnos a liberar el nivel de estrés.
Al francés lo acusaron de ser yihadista, al español de ser espía, ninguno de los dos ejercían la actividad por las que se les acusaban y ambos volvieron a casa de una pieza después de una traumática experiencia. Los dos fueron víctimas inocentes del sinsentido de la guerra.
Como dice Quino en aquella viñeta de Mafalda: “si los cobardes que deciden las guerras tuvieran que ir a pelearlas, todos viviríamos en paz”.
Salud.