Hace poco
tiempo que he terminado de leer “En la oscuridad. Diez meses secuestrado por Al
Qaeda en Siria” de Antonio Pampliega, periodista que algunos lo conoceréis por
el programa que emite Cuatro con el nombre de “Informe Pampliega”. El libro es
desgarrador, cuenta con todo lujo de detalles lo vivido por el periodista
durante los diez meses que estuvo secuestrado por Al Qaeda en Siria, los hechos
que acaecieron previamente al secuestro, y como la soledad, las vejaciones, las
mentiras y la tortura van minando la moral de una persona hasta el límite de
intentar quitarse la vida para escapar de tanto sufrimiento.
La
sobrecogedora lectura de este libro me ha hecho recordar otro libro que leí el
año pasado y que me ha llamado la atención las similitudes en la historia con
el libro del periodista español. Se trata de “Guantánamo, prisionero 325, Campo
Delta” de Nizar Sassi, un joven francés que fue detenido ilegalmente (lo que es
un eufemismo de secuestrado) por los Estados Unidos durante 44 meses en la
prisión de Guantánamo. La historia que relata Sassi es muy similar a la de
Pampliega con la diferencia que esta es provocada por un Estado Soberano y no
por un grupo terrorista, a veces la línea que separa el uno del otro es
demasiado difusa.
No voy a
ahondar en los detalles más escabrosos como la descripción de las torturas a
las que fueron sometidos, o la descripción de los lugares, recomiendo ambos
libros para quien quiera profundizar en el tema.
Pero sí me
gustaría compartir los aspectos comunes de ambas historias:
Los dos
protagonistas son privados de libertad sin que mediara un juicio justo, ni una
condena, sin defensa posible y sin saber de qué se les acusaba realmente. La
situación de incertidumbre que viven, puede descubrir límites personales ni tan
siquiera imaginados previamente, el miedo a que pasará.
Ambos
encuentran la fuerza suficiente para resistir en el recuerdo de sus familias,
que se hace presente en los relatos, tanto Sassi como Pampliega se describen a
sí mismo como personas que previamente no tenían un fuerte apego a su familia,
pasaban fechas familiares significativas fuera de casa… pero sin embargo,
cuando se ven privados de libertad, sus principales recuerdos son los pasados
con la familia y el arrepentimiento de no haber pasado más momentos junto a sus
seres queridos seguido del miedo de no volver a verlos.
Antonio Pampliega
Nizar Sassi
Otro dato que
me ha llamado la atención y que es común a los dos relatos, es que ambos
protagonistas no se consideran personas excesivamente religiosas, pero que
durante los meses de secuestro la “presencia de Dios” les ayuda a mantener el
halo de esperanza. La afirmación religiosa durante el secuestro denota las
peculiaridades religiosas de cada individuo como una afirmación identitaria
contra los captores. Sassi de origen francés pero de ascendencia tunecina,
refuerza su identidad musulmana durante los meses que pasó cautivo, igualmente
Pampliega, español y de tradición católica, refuerza su identidad religiosa
como resistencia a la presión de los captores ejercían sobre él. Podemos llegar
a la conclusión que en un estado de mucha presión donde la ansiedad es el
estado habitual y donde no podemos recurrir a otros semejantes para aliviar
nuestros sentimientos, recurrir a un ser superior “todopoderoso” puede
ayudarnos a liberar el nivel de estrés.
Al francés lo
acusaron de ser yihadista, al español de ser espía, ninguno de los dos ejercían
la actividad por las que se les acusaban y ambos volvieron a casa de una pieza
después de una traumática experiencia. Los dos fueron víctimas inocentes del
sinsentido de la guerra.
Como dice
Quino en aquella viñeta de Mafalda: “si los cobardes que deciden las guerras
tuvieran que ir a pelearlas, todos viviríamos en paz”.
Salud.
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